Zuckerberg, desenmascarado

Sarah Wyn-Williams fue la primera diplomática de Facebook, escribió el libro Los irresponsables (editorial Península) y no puede dar entrevistas luego de que la empresa de Mark Zuckerberg la demandara.

Su libro es aterrador; conocíamos el perfil de Zuckerberg, pero los detalles y anécdotas que narra Wyn-Williams son las de una espeleóloga que se sumerge hasta lo más profundo del ambiente laboral en Facebook.

“Una historia de poder, codicia y falso idealismo”, se lee en la portada del libro antes de ingresar a la historia narrada por Wyn-Williams.

Poco se ha escrito que, luego de la victoria de Donald Trump en las elecciones de 2016, Mark Zuckerberg sufrió una transformación dentro de su mundo ideal, o si se prefiere, abandonó el mundo ideal para maximizar el poder que le brindaba Facebook.

“Volaba en el jet privado de Mark el día en que por fin entendió que probablemente Facebook había colocado a Donald Trump en la Casa Blanca y extrajo de ello sus propias conclusiones sombrías”.

Fue Sarah Wyn-Williams quien en 2010 tocó la puerta en Facebook. Contactó a Marne Levine, vicepresidenta mundial de políticas de la empresa de Zuckerberg. Wyn-Williams quería vincular a Mark con presidentes de medio mundo.

“Facebook necesita a un diplomático”, le dice Sarah a Marne.

“¿Por qué iba a necesitar Facebook a alguien así?, responde Marne.

En su adolescencia, Sarah pensó que Facebook era la empresa ideal para trabajar. “Me había creído todo eso que Mark Zuckerberg había dicho sobre que Facebook no se creó para ser una empresa, sino para cumplir la misión social de “hacer un mundo más abierto y conectado””.

Lo supimos con anterioridad. Christopher Wylie, uno de los creadores de Cambridge Analytica, la empresa que ayudó a producir el Brexit en 2016, otra vez, con ayuda de Facebook, lo dejó por escrito en su libro Mindf*ck: Cambridge Analytica, trama para desestabilizar el mundo (editorial Roca).

Steve Bannon quedó fascinado con el algoritmo de Cambridge Analytica. Logró convencer a Trump el valor de manipular a MAGA a través del odio. Lo mismo hizo con el británico Nigel Farage, el agitador número uno del Brexit.

También sabíamos que en Myanmar decir internet es lo mismo que mencionar Facebook. No hay distinción. Supimos que con un moderador (intérprete) de Facebook en Dublín, sería imposible disipar el odio contra los musulmanes por parte de los budistas.

Lo que no sabíamos, y lo narra Sarah, son las ambiciones de Zuckerberg para convertirse en presidente de Estados Unidos luego de la victoria de Trump en 2016.

Wyn-Williams le organiza encuentros a Mark con presidentes. Narra la impuntualidad del dueño de Facebook en su encuentro con el presidente Juan Manuel Santos, en Bogotá. Describe los problemas que tuvo Facebook en Brasil durante el gobierno de Dilma Rousseff. Uno de los empleados de Zuckerberg fue encarcelado porque la empresa violó normativas internas en materia electoral; comenzaron las órdenes de bloqueo de la red social (algo que Elon Musk no aprendería ya que varios años después, como dueño de X, cometió el mismo error).

“Facebook es una autocracia de una sola persona”, escribe Sarah Wyn-Williams.

Dilma se reunió con el dueño de Facebook en Panamá para conocer el proyecto Internet.org que promovía Mark. La brasileña “le formula preguntas agudas que le cuesta responder, por ejemplo, sobre la tarifa cero”.

Sarah dedica un capítulo a las inversiones en China, en especial a la forma en que Mark asimiló la censura del régimen a su empresa.

La fama es una máscara que te devora la cara, escribió John Updike.

Zuckerberg no piensa en democracia.

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