Yo estoy a favor de las ayudas sociales
En México hay mucha gente que vive con muy poco. Una ayudadita monetaria al mes nunca les viene mal, sino todo lo contrario, muchos meses no podrían sacar sus gastos esenciales sin ese extra. Una muy buena parte de estas personas es gente extremadamente trabajadora, que se “rompe el lomo” todos los días.
En nuestro país hay muchísimas personas que trabajan toda su vida de sol a sol y no consiguen salir de situaciones de carencia, porque en México hay poca movilidad social. Es muy difícil, si bien no imposible, que las personas de estratos socioeconómicos bajos logren a través de su esfuerzo ascender posiciones en la escala social, simplemente porque algunas reglas parecen estar hechas para que siempre ganen, los que siempre ganan.
Por supuesto que ante una escasez presupuestal las ayudas monetarias deben estar bien dirigidas. Si son para todos, se corre el riesgo de que las reciba quien no las necesita realmente. Incluso muchas de las personas que están en la parte alta de la pirámide pueden ir a reclamar su ayuda, lo cual erosiona las finanzas públicas.
Más aún, estas ayudas sociales son una parte importante y necesaria del papel redistributivo del Estado, pero son insuficientes para generar una sociedad próspera. Es necesaria una política complementaria de mediano y largo plazo enfocada en aumentar la competitividad y la productividad.
Estos objetivos dependen en mayor medida de contar con reglas claras, que no cambien a cada rato, que sean lo suficientemente estables para permitir la certeza y la planeación de inversiones. A su vez se requiere que sean lo suficientemente amplias para no sobre regular cada detalle, lo cual por demás es imprevisible. Es decir, se requieren reglas estables, pero lo suficientemente flexibles para cambiarlas si prueban ser poco eficaces.
Imagínese que va usted a invertir en una sociedad en la que no sabe si en unos años le van a cambiar todas las condiciones. ¿Lo haría? Cada inversión implica riesgos, pero si el objetivo final se prevé cumplir con menores riesgos, usted estará más dispuesto a invertir más de su dinero.
Así planteadas, estas reglas generan certeza y permiten planear, lo que a su vez atrae inversiones, crea puestos de trabajo y genera mercados con más alternativas para los consumidores.
En materia de política de competencia, estas reglas deben ser lo suficientemente fuertes para impedir el surgimiento de empresas monopólicas, pero lo suficientemente flexibles para no castigar actividades que ayudan a las empresas meritorias a tener éxito.
Si los inversores que crearán puestos de trabajo son extranjeros, un país requiere garantizarles que sus empresas serán tratadas de la misma forma que las empresas nacionales. Es decir, que podrán competir en igualdad de circunstancias independientemente de su origen. En el mismo tenor, las empresas privadas desean que se les garanticen las mismas condiciones que a las empresas públicas.
Sin estas reglas, la competencia no funciona y es difícil que haya competitividad y productividad. Sin éstas, las ayudas sociales no bastan en ningún país para acabar con la pobreza y la desigualdad.