¿Y ahora qué? La economía al borde del reseteo (Parte 2 de 2)

Resetear la economía suena bien… hasta que ves el pantallazo de error… Macraf
Todo indica que la economía mundial está viviendo un reseteo, uno que pone nerviosos hasta a los que presumen de nervios de acero. Según Pierre-Olivier Gourinchas, Consejero Económico del Fondo Monetario Internacional, el sistema que rigió los últimos 80 años está dando paso a una nueva era marcada por incertidumbre, imprevisibilidad y, sobre todo, menor crecimiento.
La implementación de aranceles por parte de Estados Unidos solo ha venido a añadir leña al fuego. No sólo encarece productos, sino que desincentiva el comercio global, limita el crecimiento de las economías emergentes y, peor aún, amenaza con revertir los tímidos avances logrados en la lucha contra la pobreza.
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Opinión
¿Y ahora qué? La economía al borde del reseteo (Parte 1 de 2)
Las recientes Reuniones Anuales del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional confirmaron lo que muchos ya temíamos: las perspectivas económicas globales no solo son inciertas, sino que apuntan a una desaceleración preocupante.
En Asia Meridional, por ejemplo, se prevé que el crecimiento baje a 5.8% en 2025, 0.4 puntos porcentuales menos que lo proyectado apenas en octubre pasado. América Latina y el Caribe, para no variar, enfrentan un panorama todavía más complicado: creceríamos apenas 2.1% en 2025 y 2.4% en 2026, lo que tristemente nos convierte en la región de más lento crecimiento en el mundo. Es decir, seremos campeones… pero de retroceso.
Mientras tanto, África subsahariana parece dar una leve sorpresa positiva: se estima que su crecimiento alcanzará el 3.5% en 2025 y podría acelerarse a 4.3% entre 2026 y 2027, impulsado por un aumento en el consumo privado y la inversión, conforme baja la inflación y se estabilizan los tipos de cambio.
Europa y Asia Central, en cambio, enfrentarán una desaceleración notable, con un crecimiento promedio estimado de apenas 2.5% para el periodo 2025-2026, afectados también por las tensiones geopolíticas y la incertidumbre global.
En el Medio Oriente y el Norte de África, la situación tampoco pinta mejor: su crecimiento se calcula en apenas 1.9% para este 2024, presionados por conflictos internos y volatilidad externa.
Así, el mapa económico global se va tiñendo de tonos cada vez más grises: menos crecimiento, más vulnerabilidad, y un riesgo creciente de que millones de personas enfrenten aún mayores dificultades para salir adelante.
Si este nuevo esquema persiste, lo que nos espera no es nada halagüeño: menor crecimiento mundial, menos oportunidades de desarrollo y, como consecuencia natural, mayores niveles de desigualdad. Y la desigualdad, como sabemos, no pide permiso ni da explicaciones: simplemente se instala.
Todo esto ocurre en un contexto ya de por sí complicado. Las tensiones en Oriente Medio, la prolongada invasión rusa en Ucrania y la volatilidad de los mercados de productos básicos son factores que, según el Banco Mundial, podrían empujar a la economía global hacia “terrenos desconocidos”. Vamos, como jugar turista mundial, pero sin dados y con el tablero en llamas.
El informe Commodity Markets Outlook ya advertía que, aunque el mundo está hoy mejor preparado que en los años 70 para enfrentar crisis de precios como las del petróleo, un nuevo conflicto —o la proliferación de guerras comerciales— podría poner todo patas arriba. Y eso fue antes de que Estados Unidos decidiera jugar al solitario con aranceles.
Mientras tanto, el ciudadano de a pie —usted, mi querido lector, y claro, yo también— seguiremos pagando los platos rotos. Porque mientras en los foros internacionales se habla de “proyecciones”, “ajustes” y “estrategias”, la realidad que vivimos es mucho más sencilla y brutal: cada punto menos de crecimiento representa menos dinero en la bolsa, menos oportunidades laborales y más apretón de cinturón.
No es un tema menor. En 2013, el Papa Francisco —sí, ese mismo que nos dejó recientemente— ya nos había advertido en su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium: “No a una economía de la exclusión y la inequidad. Esa economía mata.”
Aunque algunos lo hayan tomado como discurso dominical, lo cierto es que esas palabras describen, de forma contundente, el riesgo que corremos cuando la economía deja de tener como objetivo central el bienestar de las personas.
Hoy más que nunca se necesita reconocer que el mercado es una gran herramienta de asignación de recursos, pero no es infalible. La falta de un equilibrio razonable entre la mano invisible y la intervención del Estado ha polarizado las decisiones económicas globales y, con ello, ha profundizado las brechas sociales.
Mientras no entendamos que el crecimiento debe ser un medio para lograr el desarrollo —y no un fin en sí mismo—, ningún arancel ni política proteccionista nos salvará del colapso.
¿Y sabe quién paga al final toda esta fiesta de desaciertos? Exacto: usted, yo, y todos los que cada mes hacemos magia para que el sueldo alcance, aunque claro, no siempre se logra.
*El autor es académico de la Escuela de Gobierno y Economía y de la Escuela de Comunicación de la Universidad Panamericana, consultor experto en temas económicos, financieros y de gobierno, director general y fundador del sitio El Comentario del Día y conductor titular del programa de análisis: Voces Universitarias.
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