WSJ reincide: optimismo infundado cuando hace falta cautela

El Wall Street Journal (WSJ) publicó el domingo pasado un artículo titulado “The U.S. Economy Is Regaining Its Swagger” (La economía estadounidense está recuperando su impulso), en el que asegura que la economía estadounidense ha dejado atrás la desaceleración primaveral y se encamina nuevamente hacia el crecimiento, impulsada por un repunte en el consumo, una renovada confianza empresarial y los récords bursátiles de las últimas semanas. Pero basta con revisar la historia reciente para entender que ese tipo de entusiasmo suele aparecer justo antes de que las cosas se vayan al diablo.

No es la primera vez que el prestigiado periódico canta victoria demasiado pronto. En 2006, cuando la burbuja inmobiliaria estadounidense ya daba señales de agotamiento, el diario publicó artículos que afirmaban que “la crisis de la vivienda había terminado”. Dos años después, en septiembre de 2008, estalló la burbuja y comenzó la mayor crisis financiera desde 1929. En 2000, en pleno auge del dot.com, insistía en que las acciones tecnológicas estaban redefiniendo la economía y que los viejos ciclos ya no aplicaban. Meses más tarde, entre marzo de 2000 y octubre de 2002, el índice Nasdaq perdió casi el 78% de su valor. Incluso antes de la pandemia, en 2019, el optimismo predominaba en sus páginas, ignorando señales de vulnerabilidad que el Covid terminó por desnudar.

El artículo de antier repite ese patrón: celebra datos coyunturales —como el repunte del consumo y el optimismo de ciertos sectores— pero ignora elementos estructurales que sugieren una economía frágil. La manufactura lleva meses en contracción, el endeudamiento de los hogares sigue creciendo, el mercado accionario vive de expectativas de recorte de tasas, no de ganancias productivas, y los consumidores, alentados por créditos fáciles y plataformas de “compra ahora, paga después”, gastan como si no hubiera mañana. Este tipo de comportamiento no es nuevo; suele aparecer en la fase final de un ciclo económico, justo antes del ajuste.

El tono del artículo es consistente con la línea editorial históricamente promercado del WSJ. Aunque su sección de noticias mantiene un cierto equilibrio, la influencia de una narrativa que defiende el consumo como motor de crecimiento, minimiza los riesgos regulatorios y glorifica los indicadores financieros por encima de los sociales o productivos, termina permeando incluso el análisis económico. No es que manipulen los datos, pero sí los interpretan bajo un filtro que privilegia las buenas noticias, incluso cuando sobran razones para preocuparse por lo que ocurre dentro y fuera de EU.

El artículo ignora el impacto potencial de los aranceles que entran en vigor el 1 de agosto, el estancamiento de la productividad en sectores clave, la fragilidad del empleo formal y la dependencia creciente del consumo a crédito. Tampoco analiza la desconexión entre los mercados financieros y la economía real, que es cada vez más evidente.

En resumen, el WSJ vuelve a vender optimismo cuando lo que se impone es una mirada crítica. Su complacencia, como en ocasiones anteriores, es la antesala de algo mucho más serio, porque análisis así tienden a aparecer justo cuando más se necesita cautela.

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