Voto digital: la respuesta a las elecciones de 2027
Las próximas elecciones de 2027 prometen ser, una vez más, las más grandes de nuestra historia. Si bien ya es una afirmación recurrente, esta vez es particularmente cierta, dada la magnitud sin precedentes de los cargos en juego y los recursos necesarios para llevarlas a cabo. Basta tener presente la complejidad de las elecciones judiciales de 2025, marcadas por el elevado número de cargos, el apretado calendario de organización, el diseño de boletas y el volumen extraordinario de material impreso, todo un reto logístico.
Para 2027, el panorama es aún más imponente. A nivel federal, se elegirá a la totalidad de los 500 integrantes de la Cámara de Diputados, junto con la otra mitad de los cargos del Poder Judicial de la Federación (464 magistraturas de circuito y 386 jueces de distrito). Concurrentemente, 16 gubernaturas estatales renovarán sus líderes: Baja California, Baja California Sur, Campeche, Chihuahua, Colima, Guerrero, Michoacán, Nayarit, Nuevo León, Querétaro, Quintana Roo, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas. A esto se suman las elecciones de todos los congresos locales, con la única excepción de Coahuila, y más de 650 elecciones municipales y de otros Poderes Judiciales en diversos estados.
Evidentemente, la jornada electoral de 2027 será de magnitudes extraordinarias. Tendremos en nuestras manos aún más boletas que en 2025 y decidiremos simultáneamente sobre cargos ejecutivos, legislativos y judiciales. Este colosal desafío nos obliga a reconsiderar si los métodos tradicionales de votación son suficientes y a buscar seriamente alternativas que faciliten y modernicen el ejercicio del sufragio.
El voto digital emerge como una de las opciones más viables. No solo por su probada eficacia, sino también por el ahorro significativo en tiempo y costos económicos que representa. Además, tiene el potencial de simplificar e incentivar la participación ciudadana. La clave estaría en diseñar y regular un modelo de votación basado en tecnologías accesibles para todos los ciudadanos, sin importar su ubicación geográfica.
Un referente invaluable es el modelo implementado en la India, una democracia con más de 950 millones de electores. Su experiencia es relevante por su capacidad para gestionar un padrón masivo distribuido en asentamientos tan diversos como ciudades superpobladas, comunidades rurales remotas y zonas de difícil acceso. Si un país con casi 10 veces más votantes que México puede adoptar exitosamente la tecnología, es plausible considerar la implementación de urnas electrónicas. Estas, al ser dispositivos digitales diseñados para recibir múltiples sufragios, podrían ser funcionales, intuitivas y ofrecer garantías robustas contra posibles fraudes. Su diseño no requeriría grandes magnitudes, facilitando su instalación en lugares apropiados y accesibles para los votantes. A futuro, esto incluso podría sentar las bases para el desarrollo de una aplicación oficial que permita el voto desde dispositivos móviles.
Este método no solo optimizaría los recursos humanos al automatizar el escrutinio y cómputo de votos, sino que también generaría importantes beneficios ecológicos. La adopción de soluciones tecnológicas es una opción imprescindible frente a elecciones que son cada vez más grandes, complejas, competitivas y multitudinarias, con múltiples candidaturas y diversos poderes a elegir. Todo esto, por supuesto, sin comprometer los principios fundamentales de seguridad jurídica, certeza, transparencia, confiabilidad y celeridad en los resultados.
* Magistrado Electoral del TEPJF