¿Votar o no votar? Esa es la cuestión
Inevitable. El 1 de junio llega, y con él la elección popular del poder judicial. Siempre observo a las dos facciones en las que se ha dividido el país, particularmente en los últimos veinticinco años. Es un ejercicio de síntesis a toda ley. Y si hemos de seguir la dialéctica hegeliana/marxista, una de esas dos facciones podría desaparecer pronto. ¿Cuál cree usted que sea? ¿La que usted apoya o la que usted condena?
Las dos facciones en pugna son igualmente exageradas. La derecha mexicana, lo que se conoce como el PANPRI (o PRIÁN, si queremos usar la terminología de Morena), dice que la elección de jueces es lo peor que le ha pasado a México en su historia reciente –que ya es decir mucho, porque han pasado cosas verdaderamente horribles–, que es la prueba irrefutable de que se acabó la democracia y de que se está instaurando una dictadura. Y ahí tiene usted a alguno de sus personajes exclamando: “Presidenta Sheimbaum, detenga la elección”, como si de veras la presidenta pudiera detener la elección. ¿Ve usted el absurdo? Constitucionalmente Claudia Sheinbaum no puede detener la elección. Si lo hiciera, entonces sí que estaríamos bajo una dictadura. Es el PANPRI quien pide a la presidenta que, para evitar la dictadura, actúe dictatorialmente y suspenda la elección.
Por su parte la izquierda, encabezada por Morena, cree que con su reforma se saneará el poder judicial y que a partir de que este proceso culmine con los jueces tomando posesión de sus cargos el próximo 1 de septiembre, en México resplandecerá la justicia, habrá orden y paz, se acabará la corrupción. Algo así como lo que decía López Obrador: que cuando él tomara posesión, al día siguiente se acabaría el crimen y el chanchullo. No creo que los dirigentes máximos de Morena se crean esta ilusión, pues algunos de ellos son en extremo hábiles y algunos hasta cínicos. Quienes lo creen a pie juntillas son millones de sus incondicionales y a veces cándidos seguidores. La reforma del poder judicial no va a salvar a dicho poder. Seguirá prevaleciendo la injusticia y la desigualdad.
El poder judicial de la federación requería una reforma integral. Varios de los puntos que propuso la cuatroté y que fueron aprobados gracias a dos panistas por quien nadie votó –pues llegaron al congreso por la vía plurinominal (me refiero a los Yúnez)–, son, a mi juicio, convenientes. Por ejemplo, la sustitución del Consejo de la Judicatura por un Órgano de Administración Judicial más especializado, la creación de un Tribunal de Justicia Judicial, los plazos máximos para dictar sentencia (seis meses en materia tributaria, un año en materia penal), la imposibilidad de que el ejecutivo federal proponga ternas a ministros para la suprema corte, que se eliminen las salas y solo se resuelvan los asuntos en pleno (de la suprema corte), que se reduzca el término para ministros de 15 a 12 años, que no perciban cantidades desorbitadas, que en la elección participen los tres poderes de la Unión, etcétera. Vaya, no todo es malo en esta reforma. Hay aspectos positivos que eran necesarios.
Lo que horroriza a muchos mexicanos es la cuestión del voto. ¿Por qué se ha de votar por los jueces, si la función jurisdiccional es sumamente técnica? Y sí. Entiendo que se pueda votar por el presidente, por los legisladores, pero, siendo yo un abogado cuya área de interés es el derecho constitucional, me cuesta trabajo, no tanto entender, sino sentirme cómodo con la elección de los jueces; pero eso es problema mío. Comprendo que horrorice a muchos mexicanos porque temen que la función técnica de los jueces, que debe ser libre de pasiones, de filias y de fobias, se contamine de política y narcotráfico. ¡Y esto lo dicen los políticos del PANPRI! Es que da hasta risa: ¡no quieren que los jueces se contaminen de política y narcotráfico! ¿Ve usted la jiribilla? Sabiendo cómo han sido siempre sus políticos de corruptos y polutos, les da terror que los jueces lleguen a ser como ellos. Si yo fuera un político corrupto, del partido que sea, claro que me daría miedo que los jueces pudieran convertirse en mí.
La oposición llama a no votar, porque dicen que ello “convalidaría” una “farsa”. A ver. Aquí no se trata de convalidar nada, que ni falta hace. La reforma es un hecho cien por ciento consumado, parte del texto constitucional, y no necesita que el voto de la oposición la convalide. Ya está plenamente, de facto y de iure, convalidada. Y por lo mismo no es una farsa. Dicen que la reforma judicial pone en riesgo a la constitución y a la democracia. No. La reforma judicial ya es parte del esquema democrático-constitucional de nuestro país. Llamar a desconocerla es llamar a desconocer la constitución. Claro, tampoco hay que caer en las actitudes a lo Torquemada de algunos morenistas que quisieran llevar a prisión a quienes llaman a no votar y a quienes no van a ir a votar. Del lado de Morena y del PANPRI hay mucho idiota abusivo, de eso no hay duda, y si por ellos fuera, ya se habría instaurado la guillotina en México y ya habrían rodado cabezas.
La votación del domingo 1 de junio no es una farsa en el sentido constitucional. Sí podrá ser un fiasco en los hechos si no hay la suficiente participación ciudadana. No veo que pudiera llegar al 30% de la lista nominal. En números redondos hay 100,500,000 (cien millones quinientos mil) ciudadanos en esa lista. Toda participación abajo del 30% será un fiasco, mientras más abajo, mayor el fiasco. Si no llegara ni al 15% de participación ciudadana, más que fisco, sería ridículo, y si no alcanzara ni el 10%, sería otra tragicomedia mexicana, en toda la extension del concepto. Y ello demostraría que a la mayoría de los mexicanos no les importa un pito el devenir político e histórico de la nación. Esa apatía explicaría por qué México es el país que ha sido desde que alcanzó su independencia, y explicaría por qué las clases gobernantes, sean del color que sean, siempre son las beneficiadas.
En Hamlet, Shakespeare plantea una elección existencial: ¿Ser o no ser? ¿Es mejor vivir y soportar las inclemencias de la existencia, o será mejor morir para encontrar el dulce alivio de la nada? Bueno, no nos vamos a poner tan profundos como Hamlet, que acabó muerto al final de la tragedia (todos mueren al final, y por eso es tragedia). Pero votar o no votar plantea, si no una elección existencial, sí una elección política, que termina siendo también existencial, si tomamos en consideración que el ser humano es ζῷον πολιτικόν (zoon politikon, animal político).
Mire, ya expliqué por qué esta elección no es una farsa. Más allá de ello, podría ser una apariencia. ¿En qué sentido? La reforma judicial no es ni la destrucción ni la santificación del poder judicial. Si usted es chairo o derechairo, va a ser muy difícil que comprenda este punto. La reforma judicial es un caso de gatopardismo: la impartición de justicia en México seguirá siendo más o menos la misma. Los juzgados, los tribunales, la corte, tienen sus titulares, pero el trabajo lo desahogan los funcionarios judiciales. Los titulares pueden ser unos u otros, y no solo del poder judicial, sino también de los otros poderes. Pueden ser unos u otros y ese barco, que es el sistema constitucional, sigue navegando.
¿Votar o no votar? Esa es la cuestión. Por mi parte, he investigado a las candidatas por quienes me toca votar, y he decidido que votaré por las que tengan las mejores credenciales. Si usted va a votar, le sugiero que también se informe y no acuda a las urnas como un autómata gritando que es un honor estar con Obrador. Eso no sirve de nada. Si usted no va a votar porque no quiere convalidar la elección, entienda que su voto no es necesario para convalidar nada, pues la elección está más que convalidada desde el punto de vista jurídico. Si no quiere votar, está bien, nadie puede obligarlo, pero que no sea por lo que dicen sus tías conservadoras en el chat de WhatsApp o por lo que se dice en ciertos canales de televisión y en ciertos medios.
Si usted es opositor, le recomiendo que vote. No caiga en la trampa. Como ya vio, el actual régimen no necesita que usted salga a las urnas el domingo para “convalidar” la elección. Si de verdad usted quiere que el poder judicial sea un contrapeso, salga y vote por candidatos afines a la oposición, que los hay. Si usted no vota, esta dejando ganar a su adversario sin siquiera oponer un poquito de resistencia. Que hay candidatos ligados al narco o a sectas y órdenes religiosas, sin duda; pero también hay buenos candidatos. Hay gente muy preparada. No sea usted contreras y nomás porque alguien fue postulado por Claudia Sheibaum tache a dicho candidato o candidata como inadecuado o vendido. Vea los currículums (o curricula, si usted habla latín). El ejecutivo se ha distinguido por proponer a personas altamente calificadas. Ninguna de las tres ministras en funciones (Ortiz Ahlf, Esquivel Mossa, Batres Guadarrama) ha sido propuesta de la presidenta Sheinbaum. Entre a la web del INE, haga el simulacro, infórmese, y verá que no es tan difícil como lo pintan.
Retomando la cuestión de la dialéctica con la que inicié este artículo –y ya con esto termino–, lo que vivimos ahora, esté usted maravillado u horrorizado, es resultado de nuestro derrotero histórico. La dialéctica hegeliana/marxista no falla, y ese es uno de los aciertos del filósofo estutgardiense (más que del treviriano). En el México independiente coexistieron dos formas contrapuestas de entender la realidad: conservadurismo (tesis) y liberalismo (antítesis). El liberalismo triunfó: Juárez, Lerdo de Tejada, Díaz. Pero ese liberalismo (tesis) fue contestado (antítesis) y colapsó en la revolución, y de ella surgió el PRI (síntesis). El PRI (tesis) también fue contestado (antítesis), cayó y llegó la alternancia (síntesis). El nuevo esquema (tesis), democrático todo lo que usted quiera, pero corrupto a más no poder, también fue contestado (antítesis) y colapsó. El resultado es lo que ahora tenemos (síntesis). Podrá gustarle o no, pero es lo que hay. Y en la fase hegeliana que nos encontramos, permítame decirle que esto va para largo. Ya lo decía Quadri: que Morena se iba a estar cien años a menos de que entrara Trump al quite. Poco de lo que dice el señor Quadri es verdad, pero esta afirmación es una excepción y equivale a lo que acaba de decir Fernández Noroña: que Morena va a estar en el poder por lo menos los siguientes cuarenta años. Ahora Morena luce incontestable y muchos de sus miembros se regodean y se ahogan en la soberbia de sus propias deyecciones. Pero nada es eterno. Colapsará, como colapsó el PRI y como colapsa todo cuanto existe. Vendrá una nueva antítesis y surgirá una nueva síntesis. Así es la historia.