Violencia sin límites en Cisjordania: “Fue muy fácil matar a mi hermano”

Dos realidades chocan frontalmente en un cerro reseco al sur de la ciudad palestina de Hebrón. A un lado, Um al Kheir, una pequeña aldea de pastores con caminos de arena, casas sin revestir y tejados de lona en la que viven unas 300 personas. Al otro, a menos de 100 metros y tras un portón de hierro amarillo e importantes alambradas, el asentamiento israelí de Carmel, construido en los años 80, en el que residen unos 600 colonos que tienen agua corriente, electricidad y seguridad.