Una historia de dos presupuestos

CUSCO, PERÚ – Las últimas semanas han sido cruciales para los presupuestos gubernamentales de Estados Unidos y Alemania. En Estados Unidos, ambas Cámaras del Congreso aprobaron versiones del “One Big Beautiful Bill” del presidente Donald Trump, que firmó el Día de la Independencia, el 4 de julio. En Alemania, por su parte, el gobierno del canciller Friedrich Merz acordó las líneas generales del presupuesto para 2025 y una trayectoria de gasto para el resto de la década.

Ambos planes fiscales auguran mayores déficits presupuestarios y mayor deuda. Pero eso es prácticamente todo lo que tienen en común.

El presupuesto estadounidense hará permanentes los recortes de impuestos de Trump de 2017 e incorporará exenciones para las propinas, el pago de horas extras y los intereses de los préstamos sobre vehículos motorizados ensamblados en el país. “Pagará” estas disposiciones, si esa es la palabra correcta, recortando la atención médica y la asistencia alimentaria para hogares de bajos ingresos, y eliminando una serie de créditos fiscales relacionados con las energías limpias.

Hay tantas cosas negativas que decir sobre el “Big Bad Bill” de Trump que es difícil saber por dónde empezar. La legislación es enormemente regresiva, ya que combina recortes fiscales permanentes para las corporaciones y los ricos con reducciones en las ayudas a las familias más pobres. Al eliminar gradualmente los créditos fiscales para la energía solar en tejados, los vehículos eléctricos y la electricidad de cero emisiones, supone un desastre para el medio ambiente. Dadas las reducciones en la financiación de la ciencia y la incorporación de nuevos impuestos a las universidades, es difícil imaginar que desencadene un tsunami de crecimiento de la productividad.

Además, el presupuesto es fiscalmente irresponsable. La Oficina de Presupuesto del Congreso, el organismo independiente de control fiscal del país, estima que aumentará el déficit en 3.5 billones de dólares durante la próxima década. Esto puede no parecer una carga abrumadora para una economía de 30 billones de dólares. Pero se suma a un déficit que ya supera el 6% del PIB, una ratio de deuda/PIB del 120% y unos tipos de interés elevados y en aumento.

Estados Unidos cuenta con una regla fiscal vinculante en casos de conciliación congresional, nombre que se le da al proceso legislativo que permitió a mayorías mínimas en la Cámara de Representantes y el Senado aprobar el proyecto de ley final. Conocida como la Regla Byrd, esta disposición impide el uso de la conciliación si el presupuesto continúa aumentando el déficit, en relación con el nivel base anterior, después de los diez años iniciales, como la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) ha determinado que ocurrirá con el proyecto de ley actual.

El Senado “abordó” este problema redefiniendo creativamente el nivel base para incluir los recortes de impuestos de Trump que expiraban, haciendo que el aumento residual pareciera menor. Hasta ahí llegó la retórica piadosa del Partido Republicano sobre la estabilización de la deuda.

Alemania también ha relajado su regla fiscal, pero solo parcialmente y, crucialmente, no de una manera que amenace la sostenibilidad de la deuda. El “freno de la deuda” del país, la disposición constitucional que limita el endeudamiento a tan solo el 0.35% del PIB sobre una base ajustada cíclicamente, se modificó en marzo para excluir tanto el gasto militar superior al 1% del PIB como un paquete fijo de gasto en infraestructura.

La justificación es clara y convincente. Se necesita un mayor gasto en defensa para la seguridad de Alemania, dada la beligerante presencia de Rusia a las puertas de Europa y la nueva realidad de que Estados Unidos ya no es un aliado confiable. De igual manera, se requiere inversión adicional en infraestructura para compensar un déficit de larga data que ahora amenaza el crecimiento económico.

Mientras que el presupuesto estadounidense incluye 12,500 millones de dólares para modernizar la infraestructura aérea, el presupuesto alemán prevé 42,000 millones de euros (49,000 millones de dólares) anuales durante 12 años para inversiones en ferrocarriles, carreteras, transmisión de energía y mitigación del cambio climático, y esto en una economía que representa solo una sexta parte de la estadounidense. No es difícil prever cuál estrategia fiscal de cada país tendrá un mayor impacto en el crecimiento económico.

Pero aunque Alemania ha relajado su freno a la deuda y el endeudamiento público aumentará, las disposiciones vigentes evitarán que la deuda pública alemana aumente sin límite. Fundamentalmente, entre los artículos que aún están sujetos al límite de déficit del 0.35% se incluyen los pagos de intereses, incluso los intereses de la deuda contraída para aumentar el gasto en defensa y modernizar la infraestructura. A medida que se emita más deuda para estos fines y se paguen más intereses, será necesario recortar otros gastos o subir los impuestos para cumplir con el límite del 0.35 por ciento.

Esto estabilizará automáticamente la ratio deuda/PIB, aunque a un nivel más cercano al 100% del PIB que el 63% actual. Pero si Alemania no abandona por completo el freno a la deuda, no habrá una crisis de sostenibilidad de la deuda en la que la ratio aumente sin límite.

Es una gran incógnita, por supuesto. Pero cualquiera que conozca Alemania sabe que los alemanes están comprometidos, moral y políticamente, con la sostenibilidad de la deuda. Relajar la austeridad presupuestaria por buenas razones, como la seguridad y el crecimiento a largo plazo, es una cosa. Abandonar el sentido común fiscal es otra muy distinta. Los alemanes conocen la diferencia. Lamentablemente, los Estados Unidos de Trump no.

El autor

Barry Eichengreen, profesor de Economía y Ciencias Políticas en la Universidad de California, Berkeley, es autor, más recientemente, de “En defensa de la deuda pública” (Oxford University Press, 2021).

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