Un elefante se columpiaba…
Más allá de la gravedad de que una institución como la Marina haya contado entre sus filas con huachicoleros fiscales por más de dos años (Alejandro Gertz dixit); inclusive más allá de la gravedad de que el presidente López lo supiera, lo tapara o fuera cómplice, hay algo más grave que todo esto. Hay un enorme elefante en la habitación, como escribí la semana pasada, y nadie quiere admitirlo. Este asunto va más allá de un vicealmirante o dos, de capitanes y tenientes que, por excepción, se han involucrado con el crimen organizado.
Por supuesto, la presidenta Sheinbaum y el secretario García Harfuch, entre otros funcionarios civiles, se han esforzado por presentarnos los casos hasta ahora conocidos como anomalías en el cuerpo de la Marina; casos que no dañan el historial “impoluto” de quienes son el último bastión contra el “mal”. En el pasado, el PRI también mantenía esa postura: los elementos malos no contaminan el resto del cuerpo. El PAN en la Presidencia procedía de igual manera.
La izquierda histórica usualmente mantenía una actitud recelosa hacia las fuerzas armadas, producto de represiones y persecuciones: represión de maestros y ferrocarrileros a finales de los años 50; la muerte del dirigente campesino Rubén Jaramillo y su familia en 1962; el movimiento del 68; la guerra sucia; los vuelos de la muerte; las desapariciones y torturas en el Campo Militar número 1 y la temprana participación de mandos militares en el embrión del crimen organizado (CO) en los años 70. Hay una historia sucia que involucra a políticos y militares.
Ahora, muchos de estos elementos de izquierda, que participaron en movimientos opositores en los últimos cuarenta años del siglo pasado, se han convertido en protectores de las fuerzas armadas. Como en el pasado, los militares son intocables, inatacables y opacos. Paradójicamente, el hecho de que estén más allá de la rendición de cuentas y de la transparencia los hace especialmente vulnerables a la penetración del crimen organizado.
De esto no se habla públicamente, pero hay que preguntarse no solo si el CO ya infiltró los altos mandos militares, sino abrirse a la posibilidad de que sectores de nuestras fuerzas armadas se han convertido en parte de estas organizaciones criminales. Recordemos la historia de los Zetas, el temible cártel fundado por personal militar de elite entrenado en Estados Unidos. Esta es una idea perturbadora, pero si no se indaga a fondo no hay bases reales para desechar la idea.
Bien mirado, no es el único proboscidio en la habitación, tal vez hay una manada de ellos, es decir, temas de los que no se quiere hablar en la mañanera de Sheinbaum. Cuando se mencionan se “batean”, no se tratan a profundidad. El más doloroso es sin duda el de las personas desaparecidas. La etapa más dura de este asunto, que ya se conocía desde décadas atrás, comenzó en 2006, año en el que inició la “guerra” de Calderón contra el narcotráfico.
Con López Obrador el número de desaparecidos aumentó todavía más. De acuerdo con la Red Lupa, casi la mitad de los cerca de 120 mil desaparecidos se dio en el sexenio pasado. AMLO trató de maquillar la cifra e incluso despidió a la encargada de la Comisión Nacional de Búsqueda porque dio a conocer una cifra que no le gustó. Sheinbaum simplemente no aborda el tema. Tampoco se habla de los cuerpos sin identificar que yacen en las morgues del país. Más de 72 mil y hay que anotar que entre 2018 y 2024 ingresaron a las morgues más de la mitad. Así que cuando se celebra la disminución de homicidios hay bases para creer que no están todos los que son. A los grupos de búsqueda ni la presidenta ni su predecesor se han dignado a recibirlos. Se los han canalizado a la bombera mayor: Rosa Icela Rodríguez.
Las relaciones con los Estados Unidos (EU) son buenas, afirman una y otra vez en Palacio Nacional. Imaginen si fueran malas, ¿tendríamos barcos yanquis frente a nuestras costas, amenaza de incursiones armadas en nuestro territorio, castigos comerciales? Ah, perdón, todo esto ya lo padecemos. Otro elefante, también grande, es el de una economía que no crece, ni siquiera al “mediocre” (AMLO dixit) 2.1% de otras épocas.
Hay dos pruebas de fuego para una organización: la primera, cuando se quiere ganar un espacio que le garantice una existencia estable; la segunda, la peor, cuando tiene demasiado éxito. Esta última es también un elefante grande. La corrupción ya no viene del PRIAN, sino de las filas de la 4T. Se viene, además, la lucha por candidaturas que se anticipa feroz.
Como dice la copla infantil: muchos elefantes se columpiaban en la tela de una araña, como veían que resistía, fueron a llamar otro elefante. Todos en la misma habitación.