Trump y el manual del líder autoritario

Donald Trump desde su primer mandato ha sido claramente un populista, pero se ve que en esos cuatro años que estuvo lejos de La Casa Blanca se dedicó a perfeccionar la implementación autoritaria del método con sus maestros mundiales.

Podrá el republicano no tener un control total al estilo chino o norcoreano, pero sí encontró una oposición debilitada, una sociedad apática y una base social amplia cautivada en sus emociones que le ha permitido avanzar en sus intenciones imperiales.

Aprendió muy bien la retórica del “nosotros contra ellos”, de los “enemigos del pueblo”, lo aplicó en el Make America Great Again, y comprendió al pie de la letra que tenía que ponerlo en práctica.

Retomó el Proyecto 2025 de la Fundación Heritage, conservadora y chauvinista, que además plantea el desmantelamiento del Estado Profundo y lo ha puesto en práctica sin oposición.

Se ha convertido en un claro supresor de la libertad de expresión y represor de los derechos civiles y de la diversidad.

Y ni qué decir de los tantos abusos en la aplicación de su política migratoria, que, si bien tiene derecho a la implementación de restricciones de entrada a su país, eso no debería incluir las graves violaciones a los derechos humanos.

Todo lo hace, porque puede. Porque los valores que se creían entendidos en una sociedad como la estadounidense no tienen defensores reales y permiten esos márgenes para que una agenda política, que no por conservadora es ilegítima, sí explore actos autoritarios en la que se presumía como una democracia ejemplar.

Estados Unidos, por su tamaño, genera repercusiones globales. La más evidente es la política proteccionista con la aplicación indiscriminada de aranceles comerciales.

También tendrá sus efectos la política fiscal desordenada que consiguió sin mucha oposición en el Congreso.

Pero para añadir otro par de ejemplos de la manera de proceder de Donald Trump hay que ver cómo si no le gusta la política monetaria, busca entonces destituir al presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell.

Y si no le gustan los datos revisados de las nóminas no agrícolas, entonces despide a la comisionada de la oficina de estadísticas laborales, Erika McEntarfer.

Con ello lo que Trump busca es dar cuenta a su estilo de dos conceptos populistas que acá conocemos muy bien: que él tiene otros datos que demuestran que su economía va requetebién.

Hay países que han sucumbido completamente en esa tiniebla populista hasta dar paso a regímenes autoritarios. Venezuela en un ejemplo literalmente acabado de las consecuencias.

Y como ejemplo de que los populismos autoritarios no sólo se valen de la retórica de izquierda, ahí está El Salvador y Nayib Bukele que recién dio un paso más en esa dirección.

Estados Unidos se supone que tiene un diseño democrático a prueba de estas tentaciones. La narrativa está dominada por Donald Trump, pero puede ser frágil ante escándalos locales importantes como su relación con el pederasta Jeffrey Epstein.

Sin embargo, la verdadera prueba para el sistema democrático estadounidense será el proceso electoral intermedio el próximo año que demostrará si una mayoría de electores está a gusto con este estilo populista-autoritario de gobernar o bien si prefieren una moderación desde del poder Legislativo.

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