Trump quiere que las grandes tecnológicas dominen el dólar

ATENAS – Las reuniones de primavera del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial suelen ser asuntos apacibles y olvidables. Pero este año no fue así. Varios banqueros centrales volvieron a casa con una sensación de miedo visceral. ¿Cuál fue el motivo? El fantasma del proyecto de la ley GENIUS sobre stablecoins, que avanza hacia su aprobación en el Congreso de Estados Unidos tras la orden ejecutiva del 6 de marzo del presidente Donald Trump que establece una reserva estratégica de criptomonedas.

Hasta hace poco, los bancos centrales habían visto las criptomonedas como una molestia, felizmente desprovista de capacidad para causar alteraciones graves en los sistemas monetarios que tienen a su cargo. Pero ahora creen que la gente de Trump planea usar criptomonedas vinculadas al dólar como parte de su estrategia para remodelar el sistema monetario mundial (y de paso, generar pingües ganancias para el jefe y su familia).

Lo que inquietó a los banqueros centrales en esta reunión fue lo que esa política lleva implícito: el desarme deliberado y caótico del orden monetario del siglo XX, en el que los bancos centrales han reinado como arquitectos únicos del dinero. Así como la ley GENIUS permitiría la emisión de stablecoins privadas, otro proyecto de ley prohibiría a la Reserva Federal de los Estados Unidos emitir su propia moneda digital oficial, con lo que las criptomonedas corporativas se convertirían en nuevos guardianes de la hegemonía del dólar.

Esto no es innovación: es la apropiación hostil de la oferta monetaria. Sin nada que se parezca a una regulación seria, las stablecoins no son ni estables ni una opción de pago en dólares alternativa. Son un caballo de Troya para la privatización del dinero.

El Banco Central Europeo es consciente del peligro: si los instrumentos financieros migran a la tecnología blockchain (de modo que bonos, acciones y derivados se “tokenicen”), entonces lo próximo que debe migrar son las liquidaciones. La solución que propone el BCE es “tokenizar” el euro, para que el dinero público siga siendo la base de las finanzas. Hasta ahora había enfrentado resistencia de bancos privados alemanes y franceses. Pero ahora le ha surgido un problema aún mayor: Estados Unidos avanza a toda prisa en la dirección contraria. Al prohibir la emisión de monedas digitales oficiales y dar luz verde a las stablecoins, la gente de Trump no sólo rechaza el dinero digital público, sino que también está entregando la supremacía del dólar a las fuerzas más oscuras del mundo de las megatecnológicas.

Es una ironía grotesca. Los mismos libertarios que despotrican contra el Estado ahora suplican al Estado que convierta sus stablecoins en moneda oficial de facto. Peor aún, exigen acceso al balance de la Reserva Federal, para que los emisores privados puedan respaldar sus tokens con las reservas del banco central. Imaginemos un mundo donde criptomonedas como Tether, Circle o algún “X Token” (que esta vez fuera real) avalado por Elon Musk cuentan con el respaldo implícito del Tesoro de los Estados Unidos y al mismo tiempo están exentos de cumplir regulaciones bancarias. Es mucho más que arbitraje regulatorio, es feudalismo monetario.

No hay que olvidar que Estados Unidos en el siglo XIX fue una distopía monetaria. Había miles de bancos no regulados que emitían monedas privadas, con lo que se producían a menudo pánicos financieros que dejaban a la gente (y en particular, a la clase trabajadora) en poder de papeles sin valor. Incluso J. P. Morgan se horrorizó tanto y se sintió tan amenazado que decidió presionar al gobierno federal y a otros banqueros para que se creara una institución pública encargada de estabilizar el dinero: la Reserva Federal.

Ahora Estados Unidos está lanzado en busca del pasado, llevándose al resto del mundo a la rastra. En una asombrosa inversión de la realidad, la orden ejecutiva de Trump del 23 de enero sobre el “fortalecimiento del liderazgo estadounidense en tecnología financiera digital” define las stablecoins con respaldo en dólares como instrumentos para “promover y proteger la soberanía del dólar estadounidense”. Pero la ley GENIUS (cuyo borrador final todavía no se conoce) es una fórmula para desatar una era digital desregulada en la que las stablecoins (vinculadas al dólar pero controladas por actores privados) inundarán la economía mundial con pseudodólares digitales. En cuanto reciban la patente de las autoridades federales y su volumen se dispare, no habrá la menor posibilidad de que mantengan el vínculo con el dólar. Y aunque los demás países decidan abandonar el dólar, seguirán atrapados en su sombra digital.

Europa está buscando una respuesta a toda prisa. El BCE es consciente de la amenaza existencial que enfrenta, y está acelerando la creación de una moneda oficial digital “mayorista”: un sistema híbrido provisorio en el que un euro digital para uso institucional sincronice los pagos tradicionales con la infraestructura blockchain y permita ganar tiempo hasta que sea posible superar la resistencia de los banqueros privados a los que beneficia el statu quo e implementar mecanismos auténticos de liquidación atómica.

Pero tal vez ya sea demasiado tarde. Mientras Europa vacila reunida en comisiones, Estados Unidos actúa. La regulación de mercados de criptoactivos (MiCA) ya ha expulsado a Tether de Europa, no porque sea demasiado estricta, sino porque la dirigencia política de la Unión Europea todavía no entiende lo que está en juego. Si las stablecoins se convierten en el dinero por defecto de los criptomercados, de las finanzas descentralizadas y de las economías emergentes, el euro digital que el BCE todavía no ha terminado de definir llegará a un campo de batalla donde la guerra ya estará perdida.

En tanto, los países en desarrollo se enfrentan a una elección brutal. Ya bastantes problemas tienen bajo el dominio del dólar, y ahora deberán optar entre prohibir las stablecoins (y perder acceso a los flujos de criptocapital) o crear otras propias para competir con los efectos de red del dólar. La tercera alternativa, poco apetecible, es rendirse a una nueva forma (aún más peligrosa) de dolarización de facto.

El único banco central que se preparó fue el Banco Popular de China. Como ya tiene un yuan digital propio en funcionamiento, el BPC puede darse el lujo de prohibir las stablecoins para no legitimarlas.

Pero esta razonable rebeldía deja un dilema gigantesco sin resolver: las instituciones públicas y privadas chinas poseen ahorros acumulados por más o menos 4.5 billones de dólares. ¿Deberían liquidarlos y facilitar el plan trumpista para devaluar el dólar, o conservarlos y seguir expuestos a las turbulencias que a Trump tanto le gusta crear?

A largo plazo, el peligro es que la bifurcación monetaria agrave la incertidumbre geopolítica y geoeconómica. Se generarían dos sistemas monetarios paralelos (uno basado en dinero público emitido en China, la India y tal vez la eurozona y el otro compuesto por dinero privado, bajo dominio creciente de stablecoins vinculadas al dólar) condenados a chocar. Los banqueros centrales no son los únicos que deberían estar preocupados.

Traducción: Esteban Flamini

El autor

Yanis Varoufakis, ex ministro de finanzas de Grecia, es líder del partido MeRA25 y profesor de Economía en la Universidad de Atenas.

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