Trump construye otro país: el odio

La moneda corriente del poder es el chantaje.
Trump cree interpretar a un personaje de ficción que no habita en un ecosistema democrático, pero sí en una red social global, y que en ocasiones sustituye el poder de organismos multilaterales como la ONU, la Corte Suprema de Brasil o la jurisdicción de los gazatíes.
El poder que Trump cree tener es comparable al de los dioses del Olimpo: 50 latigazos (comerciales) a Brasil porque bajo su óptica Lula viste con toga de juez; 50 latigazos a la India por venderle petróleo a Rusia. Latigazos a sus aliados europeos, canadienses y mexicanos. Amenaza con golpear a China con 104 latigazos.
Todas las mañanas Trump visita el Coliseo para presumir al mundo su fortaleza. El mundo de los otros lo habitan esclavos, comunistas, maras, narcotraficantes y cómicos que lo critican. Todos ellos pasan a la arena del Coliseo para arrodillarse frente a Trump. Le piden que se apiade. Que los perdone.
”No tienes cartas (de poder)”, les dice en transmisión en vivo a través de Fox News. Es necesario humillarlos frente a la audiencia global para que la opinión emocional construya la imagen de un presidente poderoso.
Sobre su escritorio, Trump, quizá le dé vueltas a su mapamundi migratorio: deportaciones a Ruanda, Sudán del Sur, Suazilandia y Uganda.
El presidente y el vicepresidente de Estados Unidos escenifican una especie de proceso de canonización de Charlie Kirk con el claro objetivo de llevar a cabo un ajuste de cuentas con los “comunistas”.
En efecto, resulta grotesco e inhumano celebrar la muerte Kirk, pero en la democracia también resulta grotesco limitar o guiar opiniones a través de amenazas.
El mundo de Disney ha perdido su inocencia. El presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones, Brendan Carr (nombrado por Trump), criticó las opiniones del humorista Jimmy Kimmel sobre la muerte de Charlie Kirk, y amenazó a los medios que desafíen las órdenes de Trump sobre el caso: no emitir crítica alguna sobre la ideología de Kirk y mucho menos, burlarse.
Acto seguido, Disney, dueña de ABC, el canal donde trabajaba Kimmel, canceló su programa.
Actuando bajo la personalidad de demócrata, Trump justificó el apagón del programa de Kimmel por un tema de rating.
Frente a los reyes de Inglaterra, Trump menciona el apellido Orwell; lo aplaude. Menciona que no habrá nadie como él. Es claro que el autor de su discurso no lo hizo a la medida de Trump. Pensó en un mundo paralelo al de Mar-A-Lago y el paraíso inmobiliario, turístico y tecnológico que pronto veremos en la Franja de Gaza.
Estados Unidos es sometido a una operación ornamental, pero con impactos a su corazón. Su rostro comienza a ser desconocido.
Su presidente ha declarado grupo terrorista a millones de sus propios paisanos.