TikTok y la era del autodiagnóstico

Hace unos días, una adolescente llegó a mi consultorio con el rostro serio y el celular bien sujeto entre las manos.

—Ya sé lo que tengo —me dijo con absoluta certeza—. Soy autista. También tengo TDAH y disforia de identidad. Quizá algo de trastorno límite, pero leve.

Guardé silencio unos segundos. No por sorpresa —no es la primera vez que alguien llega al consultorio así—, sino por el vértigo de imaginar su teléfono lleno de videos con millones de vistas, donde alguien enumera síntomas como si fueran los pasos de una receta.

—¿Cómo lo sabes? —pregunté, aunque ya conocía la respuesta.

—Lo vi en TikTok. Describen exactamente cómo me siento. Es como si me leyeran la mente.

No estaba solo frente a una paciente confundida, sino frente a toda una generación que está encontrando sus etiquetas emocionales en las redes sociales. Y eso, como todo lo viral, es una mezcla de oportunidad y confusión.

De la invisibilidad al exceso de etiquetas

El otro lado de la moneda es que, durante años, las mujeres, los adolescentes y las personas neurodivergentes hemos sido invisibilizados por una psiquiatría tradicional que apenas dejaba espacio para otras experiencias. Hablar en público sobre ansiedad, TDAH, espectro autista o disociación estaba casi prohibido. Que hoy estos temas circulen con libertad es un enorme avance. Lo celebro.

Pero el péndulo se ha ido al otro extremo: un autodiagnóstico masivo, sin contención ni contexto, donde los síntomas se simplifican con alarmante superficialidad, casi como si fueran horóscopos. Hoy basta con distraerse en clase para pensar que se tiene TDAH, o con pasar un par de días tristes para concluir que se sufre depresión mayor. Si a eso le sumamos un algoritmo diseñado para reforzar nuestras creencias, el resultado es inquietante.

El algoritmo como oráculo emocional

TikTok y otras redes no solo nos muestran contenido: nos atrapan en una burbuja de validación emocional. Si le diste like a un video sobre trauma, de pronto tu “Para Ti” se convierte en un desfile interminable de heridas de la infancia, apegos inseguros y diagnósticos borderline.

Esto genera una suerte de “placebo digital”: la etiqueta alivia porque da sentido al malestar, aunque no siempre sea la etiqueta correcta. Pero también puede provocar un efecto “nocebo”: la idea de que no hay salida, de que estás condenado por un diagnóstico de cinco segundos, de que tu destino ya quedó escrito en las estrellas.

¿Qué hacemos desde la consulta?

Nos toca bailar en dos pistas. Por un lado, reconocer que sí, hay cosas que los TikToks están nombrando antes que muchos manuales psiquiátricos: el masking en mujeres autistas, el trauma de desarrollo, la hipersensibilidad sensorial. Y eso es valioso.

Pero también es nuestra responsabilidad ofrecer contención real: procesos diagnósticos responsables, espacios donde los síntomas puedan ser comprendidos con tiempo, con historia y con el cuerpo presente.

A veces no es autismo: es trauma.

A veces no es TDAH: es hípervigilancia tras una infancia violenta.

A veces no es nada de eso: es simplemente vivir en un mundo que exige demasiado.

Como psiquiatra integrativa, creo que es urgente dejar de ver la salud mental como una simple lista de síntomas. La mente, el cuerpo, el entorno, la historia familiar, la nutrición, el sueño, el ciclo hormonal, la espiritualidad… todo está entrelazado. Y no debe abordarse de manera tan reducida y descontextualizada como suele hacerse en las redes.

¿Queremos que los jóvenes se conozcan mejor? Que lo hagan.

¿Queremos que se nombren, que se reconozcan? También.

Pero no dejemos que sea la inercia del algoritmo lo que los diagnostique.

El trabajo clínico es complejo, toma tiempo y requiere de un profesional. Sustituirlo por una cacofonía sin filtro no sólo sería un error, sino un riesgo.

Volvamos a la escucha. Al encuentro. A la paciencia. Miremos a la salud mental con curiosidad y apertura, no con etiquetas prefabricadas. Tal vez ahí, entre TikTok y el consultorio, esté la verdadera revolución de la salud mental.

Me encantaría conocer tus dudas o experiencias relacionadas con este tema. Sigamos dialogando; puedes escribirme a dra.carmen.amezcua@gmail.com o contactarme en Instagram en @dra.carmenamezcua.

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