Tendencia Cero: la revolución de lo no alcohólico
En una sociedad en donde las celebraciones, reuniones y en todo tipo de eventos suelen ir acompañados de una copa en la mano, hay un segmento creciente de jóvenes —particularmente Millenials y GenZ— está desafiando la norma: beber cada vez menos bebidas alcohólicas, o simplemente no beberlas. Este fenómeno, no es una moda pasajera, se está convirtiendo en un verdadero movimiento social con implicaciones profundas para la industria de bebidas y la cultura del consumo.
El auge de prácticas como el Dry January o el Dry November —meses enteros donde voluntariamente se evita el consumo de alcohol— es solo la punta del iceberg. Lo que comenzó como un reto personal se ha transformado en una declaración colectiva de bienestar, autocuidado y control. Para muchos jóvenes, evitar el alcohol no es sinónimo de restricción, sino de elección consciente: mejorar su salud física, su productividad, su imagen personal y hasta su economía.
La decisión no siempre es fácil. Vivimos en una sociedad donde las bebidas alcohólicas todavía son una palanca social por excelencia. En muchas ocasiones, decir “no gracias” puede generar incomodidad o presiones sociales, incluso en entornos tan informales como una comida con amigos o una junta de trabajo con brindis incluido. Por eso, la manera en que las marcas están interpretando y atendiendo esta tendencia se vuelve crucial.
Una de las marcas más disruptivas en este espacio es Liquid Death, una compañía que vende agua enlatada. Sí, agua. Pero no en cualquier envase: se trata de una lata metálica con diseño agresivo, muy similar a la de una cerveza artesanal. El objetivo es simple pero potente: permitirle a quien no bebe “pertenecer” al momento social sin sentirse fuera de lugar. Una lata de agua con estética punk que se ve igual de cool que una IPA. Con ese simple giro, la marca rompió paradigmas y construyó una legión de fans entre quienes buscan alternativas con actitud.
Las grandes cerveceras también están reaccionando con fuerza. En México, Heineken 0.0, Modelo 0% y las versiones sin alcohol de Corona o Tecate han apostado por fórmulas que imitan con gran precisión el sabor de sus versiones tradicionales. A eso se suma que sus botellas y latas son prácticamente idénticas a las originales. ¿La razón? El ritual importa. El consumidor no solo quiere el sabor, también desea la experiencia: abrir la botella, brindar, integrarse a la dinámica social sin necesidad de justificarse.
Esta tendencia no solo busca “copiar” al alcohol, sino que está creando nuevas ocasiones de consumo. Las bebidas sin alcohol ya no se limitan a quienes no pueden o no quieren beber, sino que se están posicionando como productos versátiles para diferentes momentos del día. Ahora se pueden consumir en el escritorio de una oficina, en una reunión matutina, en una tarde escolar o mientras se maneja, sin que nadie lo cuestione. De pronto, las fronteras tradicionales del consumo se borran, y eso representa una enorme oportunidad para las marcas.
En México, el segmento sin alcohol aún representa una fracción pequeña del mercado total de bebidas, especialmente comparado con países como Alemania, Reino Unido o Estados Unidos, donde la categoría lleva más tiempo consolidándose. Sin embargo, las cifras son alentadoras: el mercado mexicano de bebidas sin alcohol (dentro del universo de cervezas y cocktails) crece a tasas de doble dígito año con año. Y todo indica que ese ritmo se mantendrá, impulsado por consumidores jóvenes, informados y preocupados por su bienestar.
Los próximos pasos de esta categoría vendrán de la mano de la innovación: mocktails elaborados, espumosos sin alcohol que simulan vinos premium, bebidas funcionales que combinan sabor, estilo y beneficios para la salud. El desafío para las marcas ya no es solo desarrollar el producto, sino crear una narrativa aspiracional que conecte emocionalmente con este nuevo consumidor. Porque para ellos, no se trata solo de lo que hay dentro de la botella, sino de lo que representa: pertenencia, autenticidad y decisión propia.
El éxito de esta nueva generación de bebidas no radica en reemplazar al alcohol, sino en ofrecer alternativas que respeten la libertad individual sin comprometer el estilo. Más que abstinencia, es una elección. Y en esa elección, las marcas que entiendan al consumidor en este contexto cultural, emocional y social, serán las que se posicionen más allá del éxito.
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