Tecnología para el derecho humano al agua y eficiencia energética

En el contexto actual, asegurar el derecho humano al agua implica más que infraestructura: exige inteligencia operativa, colaboración multisectorial y el uso estratégico de la tecnología. En los últimos años, tanto gobiernos como empresas hemos enfrentado retos crecientes para mejorar la gestión del agua, reducir las pérdidas, optimizar el consumo energético y garantizar que el recurso llegue en condiciones adecuadas al usuario final.

México se encuentra entre los países que más agua consumen, sólo por debajo de Estados Unidos, Australia, Italia y Japón (ONU-Hábitat, 2024). En promedio, cada persona utiliza 3,692 metros cúbicos de este recurso al año. De ese total, el 66% se destina para bañarse y al sanitario, según datos de Conagua y el Sistema Nacional de Información del Agua (2024). Estos números confirman la urgencia de adoptar soluciones que mejoren tanto el uso como la calidad de este líquido, sin comprometer la sostenibilidad financiera ni energética de los sistemas.

Una de las oportunidades más claras está en la tecnología aplicada a la operación diaria de las redes hídricas. Por ejemplo, mediante la sectorización de las redes y sistemas de monitoreo en tiempo real e inteligencia artificial, hoy es posible identificar patrones de consumo, detectar anomalías o pérdidas no visibles, y anticiparse a fallas en zonas críticas. Esta digitalización permite a los operadores de los sistemas de agua tomar decisiones más ágiles, reducir riesgos y evitar sobrecargas que, en muchos casos, se traducen en mayores costos energéticos.

Además, las tecnologías de detección no invasiva de fugas —como los basados en ultrasonido o gas trazador— permiten intervenir de manera precisa y sin abrir zanjas, lo que no sólo disminuye el desperdicio de agua, sino también el uso innecesario de energía para bombear un recurso que nunca llegará al usuario. El beneficio es doble: se mejora el rendimiento operativo y se reducen los costos financieros y sociales de la intervención.

La eficiencia energética, de hecho, se vuelve un eje crítico de acción para los organismos operadores, porque gran parte de la energía que consumen se destina al bombeo de agua desde fuentes lejanas o profundas, así como al funcionamiento de las plantas potabilizadoras, sistemas de distribución y plantas de tratamiento de aguas residuales. En ese sentido, optimizar el uso de energía en el sistema hídrico integral es una necesidad impostergable para avanzar en el camino que asegure el derecho humano al agua. Invertir en la renovación y modernización de la infraestructura hídrica mediante soluciones tecnológicas avanzadas y la implementación de las mejores prácticas de operación y mantenimiento, se colocan como una alternativa de solución más efectiva frente al enfoque tradicional de destinar los recursos en construir nueva infraestructura, además, su implementación puede representar un alivio para los presupuestos públicos que puedan destinarse a otros rubros.

Además, una estrategia para asegurar el derecho humano al agua mediante estas herramientas tiene un efecto multiplicador en la economía. Disminuye la dependencia de soluciones individuales como el agua embotellada, reduce riesgos sanitarios y contribuye a generar confianza ciudadana en los servicios públicos. Esta confianza es clave para consolidar esquemas de pago justo, indispensables para la sostenibilidad del sistema hídrico en su conjunto.

Lo que antes era una visión a futuro, hoy debe convertirse en una política pública activa: incorporar tecnología en todos los niveles del ciclo del agua no es solo una decisión técnica, es una estrategia de desarrollo.

Desde el sector privado, tenemos la responsabilidad de poner nuestras capacidades y experiencia técnica al servicio de este esfuerzo colectivo. A través de la innovación y la colaboración sistemática y continua con las autoridades y otros grupos de la sociedad, podemos contribuir a construir un modelo de gestión hídrica más eficiente, resiliente y equitativo para México.

*Federico Casares es director general de Aguas, Servicios e Inversiones de México (ASIM).

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