“Sientes que traicionas la profesión”: periodistas en Venezuela se autocensuran
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Ejercer el periodismo en Venezuela es una actividad de alto riesgo desde hace mucho años, pero en los últimos 12 meses, los comunicadores lamentanlos obstáculos que enfrentan después de la cuestionada reelección de Nicolás Maduro para un tercer periodo presidencial. La represión contra los periodistas y la sociedad civil, que en Venezuela tienen una relación simbiótica, arreció. Ante este panorama los comunicadores optan por la autocensura como un mecanismo de defensa ante una posible persecución.
De la fiesta al silencio, de los cacerolazos a la represión El 28 de julio de 2024 parecía un día de fiesta en Venezuela. Millones de personas salieron a las calles para ejercer su voto. La sensación era de esperanza de un cambio, después de 25 años de gobiernos chavistas y más de 12 años con Nicolás Maduro al frente del país. “Se sentía una alegría como cuando sabes que algo está pasando y que algo bueno está pasando. Yo sentía esa alegría, la gente ponía música que era alusiva a que venía un cambio”, narra Regina*, una periodista venezolana de 27 años cuya nombre real fue cambiado por motivos de seguridad y que cubrió la jornada electoral. Sin embargo, las sonrisas pronto cambiaron por caras largas, y después, por lágrimas. Seis horas después del cierre oficial de los centros de votación, cerca de medianoche, y tras una espera marcada por las denuncias de irregularidades, Elvis Amoroso, presidente del CNE, aseguró que con un 80% de las mesas escrutadas y con una tendencia “contundente e irreversible”, Maduro fue reelecto para un tercer mandato con 5,150,092 votos, un 51.20%. De acuerdo con un conteo realizado por la oposición, la mayoría de las actas electorales mostraban una tendencia que favorecía a su candidato, Edmundo González, con más de 70% de los votos. Andrea*, una periodista de 34 años que también prefirió ocultar su verdadera identidad por razones de seguridad, estuvo en la sede de la oposición y dijo que previo a que el CNE comunicara los resultados preliminares, el temor aumentaba entre los presentes.
“En el comando de la oposición se sentía mucho miedo porque éramos muchas personas en un espacio muy pequeño, podíamos ser muy vulnerables”, dice la periodista, que cubría la jornada para un medio digital. La fiesta se había terminado. “Al día siguiente era como un primero de enero. No se escuchaba nada”, recuerda Valentina Gil, otra periodista que cubrió las elecciones para dos medios, uno especializado en verificación de la información, y otra plataforma digital. Después de que se dieron a conocer los resultados, Gil tuvo un ataque de ansiedad y gritó que la elección había sido robada. Cuenta que solo sus gritos y los de algunos vecinos más podían escucharse. Pero en algunos barrios populares de Caracas, la capital de Venezuela, y otras ciudades, miles de personas comenzaron los cacerolazos en forma de protestas contra los resultados. En los días siguientes, protestas multitudinarias estallaron, pero el régimen las reprimió. “El 28 de julio era el último chance”, dice Andrea. “Había un consenso en la oposición sobre eso y creo que por eso trabajaron tan unidos y tuvieron como esta línea tan fuerte en darlo y luego ver que esto tampoco se logró, inclusive habiendo ganado, inclusive haciendo todo lo que se debía, de alguna manera se siente que el último cartucho tampoco funcionó”.
Persecución, miedo y autocensura
Lo que siguió en los meses posteriores, es un libreto que los venezolanos conocen bien: una represión gubernamental severa. Sin embargo, incluso para ellos, la dureza fue sorprendente. El gobierno detuvo a muchas de las personas que se manifestaron contra la reelección de Maduro. Hasta el 15 de julio, la organización Foro Penal aseguraba que había 948 presos políticos en Venezuela, de los cuales cuatro son menores de edad, y 51 permanecen desaparecidos. De ellos, por lo menos ocho fueron periodistas. Andrea recuerda que varios amigos y colegas suyos fueron detenidos, uno de ellos en agosto de 2024, cuando la represión era más fuerte, una situación que recuerda con especial remordimiento, pues no pudo hablar directamente de su relación con él. “Yo no publiqué que era mi amigo, sí publiqué lo de su detención e hice presión por todas las vidas, pero de alguna manera no hablé abiertamente de que era mi amigo, porque sentía que eso me podía poner en riesgo, a mí o a él”, recuerda. En enero, en los días cercanos a la toma de posesión de Nicolás Maduro también fue detenido otro periodista cercano a Andrea, Carlos Correa, quien fue su jefe y defensor de la libertad de expresión. Para Regina, la represión no ha sido lineal, sino que se ha agudizado por momentos, como finales de julio e inicios de agosto de 2024, o en enero, cuando el opositor González decía que volvería al país para tomar posesión de la presidencia, algo que no pasó.
Además, para algunos periodistas, cubrir los temas como lo habían hecho se convirtió en un nuevo riesgo. Si antes, los temas relacionados con las violaciones de derechos humanos del régimen y las detenciones arbitrarias eran los tópicos más delicados, ahora también la economía y la cultura están en la mira. “Soy periodista de economía y nunca me había planteado censurarme hablar del dólar, por ejemplo, o sea, que eso es algo tan básico, y ahora en unos niveles de censura donde hasta te cuestionas si subir una noticia sobre el dólar puede ser peligroso”, asegura Andrea. La periodista residente en Caracas asegura que incluso el ejercicio periodístico puede poner en riesgo a sus fuentes. Ella y Regina señalan que en mayo, un grupo de economistas críticos con las medidas del régimen chavista fue detenido y su paradero se desconoce. Ante este panorama, los periodistas han tenido que optar por estrategia para sentirse más seguros. Las tres reporteras aseguran que ya no firman la mayoría de sus notas, más si se tocan temas sensibles, ya sea por voluntad propia o por alguna orden editorial “La peor sensación es sentir un poco que traicionas, que traicionas un poco tu profesión cuando te censuras”, asegura Andrea. Gil, de 27 años, dice que le preocupa no solamente la autocensura como un acto de coerción a la libertad de prensa, sino por una cuestión más práctica: se quedó sin manera de probar que publicaciones en las que trabajó son de su autoría.
Sin embargo, para Andrea lo más importante es que la información circule. “Nadie va a saber que ese trabajo lo escribí yo, pero al final lo que nos interesa es que ese trabajo salga y que esa historia se cuente”, dice. Los comunicadores también recurren a otras estrategias para mantener un perfil bajo, como reducir o terminar con su presencia digital, en plataformas como X, Facebook, Instagram o TikTok. Regina cuenta que tuvo que cerrar la mayoría de sus perfiles de redes sociales, pues algunas de sus publicaciones se volvieron muy virales, lo que podría atraer la atención del régimen. Por ejemplo, cuenta que hizo una publicación en X sobre la precariedad laboral en el país, con una foto de una fila de más de dos kilómetros en un centro de empleo. “Una amiga me dijo ‘¿sabes qué? Bloquearlo, debes bloquearlo porque te estás poniendo en riesgo, porque si el gobierno le da la gana puede decir que es una incitación al odio’”, dijo la periodista. Desde 2018, está vigente una “Ley contra el Odio”. Unos 80 venezolanos han sido sancionados, entre ellos 17 periodistas y medios de comunicación, esencialmente por criticar a personalidades influyentes del país, sobre todo en las redes sociales, amparado en la aplicación de esta ley. En el contexto de represión y persecución que sucedió a las elecciones, el régimen de Maduro recurrió varias veces al uso de esta norma, indica la organización Reporteros Sin Fronteras.
¿La opción es migrar? De acuerdo con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas, cerca de 7.9 millones de personas han salido de Venezuela desde 2015, cuando la situación política y económica sufrió un deterioro del que aún no se recupera. El país sudamericano es el lugar del cual provienen más refugiados, con lo que supera a países como Siria y Afganistán, asolados por la guerra. Andrea, Regina y Valentina han pensado en el último año en seguir el camino, pero hay algo que los retiene en Venezuela. Andrea, por ejemplo, no sabe si su pasaporte fue anulado o no; es una situación que varios periodistas han atravesado en los últimos años. Aunque asegura que piensa en irse —pues no quiere terminar presa—, tampoco es una decisión sencilla. “Venezuela ha pasado por unos procesos muy complejos y muy difíciles y entre esos escasez, crisis económica, apagón, o sea, las razones para irte han sido millones. Sin embargo, yo siento que este es mi hogar y que me quiero quedar aquí, ¿no?”, asegura la periodista.
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