Si vivieran don Andrés y don Porfirio…

Un día que no era lunes como hoy, pero sí 24 de noviembre, aunque de 1902, Porfirio Díaz expidió un decreto donde creaba, en la parte oriental de la península de Yucatán, un territorio federal al que se le denominó Quintana Roo, en honor al insurgente yucateco del mismo nombre, abogado, escritor, mentor de José María Morelos, personaje fundamental de la creación de las primeras leyes mexicanas y marido de Leona Vicario, una de nuestras más célebres heroínas patrias.

Cuentan que tan inesperada y espectacular decisión respondió a una mezcla de razones estratégicas, militares y económicas que, por supuesto, el régimen porfirista venía acariciando desde siempre. Aquella franja selvática, poco integrada al resto de México y escenario de la muy dolorosa y prolongada Guerra de Castas, necesitaba ser “pacificada” y controlada directamente desde el centro para evitar, tanto la expansión ideológica de los mayas rebeldes como las tentaciones de influencia extranjera, especialmente de la británica que amenazaba desde Belice.

Convertir la zona en territorio federal le aseguraba al presidente Díaz reforzar la presencia del estado mediante guarniciones, nuevas vías de comunicación y una administración totalmente subordinada a su poder absoluto Importante no olvidar, lector querido, que para mantener la fama del auge económico del Porfiriato, la zona era perfecta para explotar nuevos recursos: maderas preciosas, chicle, henequén y posibilidades portuarias ilimitadas, donde el aumento de bienes estratégicos que la federación tenía, pudría gestionarse sin la mediación de nadie. Así, la creación de Quintana Roo, no fue solo un acto de ordenamiento territorial, sino una maniobra para afirmar la soberanía nacional, reprimir insurgencia y la rebeldía que ya habían durado mucho tiempo, y, de paso, abrir la puerta a un desarrollo dorado y para el crecimiento económico de una región que, hasta entonces, había permanecido al margen del tan mentado proyecto modernizador de Porfirio Díaz.

Muy satisfecho y más pronto que tarde, el general puso manos a la obra: en 1904, envió la Ley de Organización Política y Municipal del territorio para establecer las bases administrativas y de gobierno y dos años después, en 1906, don Porfirio realizó una épica gira por Yucatán, en un magno evento que incluyó visitas a Quintana Roo y donde, a pesar de las acusaciones de esclavitud en las haciendas, y el desprecio de las élites por la vida y la cultura maya, mostró, ante México y el mundo entero, una imagen progreso abundancia y libertad, dirigida expresamente y sin dudarlo a vaciar los bolsillos de los inversionistas y engordar las arcas nacionales.

En sus apuntes, comunicados y discursos Díaz, describió el proyecto con un tono que poco tenía que ver con consideraciones históricas o sociales. Solo apuntaba lo siguiente: “esta empresa que demanda una suma de poder y gastos … debe … correr a cargo de la Federación … por tales consideraciones juzga indispensable que se erija en territorio federal, que llevará el nombre de `Quintana Roo esta porción reconquistada en el Estado de Yucatán.”

Puede usted notar entonces, lector querido., que el hecho de haber elegido el apellido de don Andrés fue, más que el homenaje a un prócer, una suerte de metáfora retórica particularmente creativa de las ansias de don Porfirio.

No hay registro, de que Díaz alguna vez hablara de la participación de Andrés Quintana Roo en la redacción de la Constitución de México de 1824, ni mención de la valentía y determinación que demostró al rescatar a Leona Vicario de la prisión y tras haber sido arrestada por sus actividades ilegales a favor de la causa independista, mucho menos alguna referencia de que Vicario y Quintana Roo compartieron una relación tan profundamente significativa en lo personal y lo político que sobrevivió a persecuciones sin piedad que, juntos, estuvieron a punto de perder la vida varias veces-Si acaso, en alguna declaración, para justificar el nombre de su nuevo territorio, dijo que el licenciado Quintana Roo había ocupado diversos cargos públicos, incluyendo el de senador y gobernador del Estado de México, destacando que su legado perduraría en la historia mexicana, sus actos cruciales en el desarrollo del país, pero siempre omitiendo describirlo como “ferviente promotor de la educación y los derechos civiles. Tal vez porque en aquellos tiempos no se usaba tal narrativa.

A lo largo de los años, es decir, desde aquel lejano año de 1902, Quintana Roo cambió poco a poco pero radicalmente. Sin perder la presencia de sus comunidades mayas, el desarrollo de la región se aceleró en la década de 1970 con la promoción del turismo hasta convertirse en un destino internacional famoso por sus playas, cenotes y sitios arqueológicos. Dejó de ser territorio federal y se convirtió en estado libre y soberano el 8 de octubre de 1974, cuando se publicó el decreto que lo elevó a la categoría de estado junto con Baja California Sur. La creación de Cancún como el importante centro turístico que es hoy marcó un hito en la historia de la península, impulsando la economía local, la bonanza nacional y un apego internacional sin referentes. Si Porfirio Díaz mirara en lo que se ha convertido hoy el territorio que fundó reconocería que sus sueños de progreso, crecimiento y doradas inversiones habían sido pequeños. Andrés Quintana Roo, tal vez escribiría un muy sesudo ensayo y una declaratoria libertaria en su honor con las más hermosas palabras que encontrara.

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