Sheinbaum y el comercio exterior: del discurso a la ejecución
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El primer informe de gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum tuvo un mensaje claro: México quiere proyectarse al mundo como un país abierto, soberano y atractivo para la inversión. Sin duda, uno de los puntos interesantes para el comercio exterior durante el informe fue que México es hoy “el país con el menor porcentaje de tarifas arancelarias, en promedio, en todo el mundo”.
Esta afirmación refuerza la narrativa de apertura comercial de México, en un momento en el que el proteccionismo estadounidense gana terreno. Sin embargo, tener aranceles bajos es una condición necesaria, pero no suficiente. Como ya lo hemos comentado, la competitividad en el país también depende de la infraestructura, el talento y la certidumbre. Además, considero adecuado destacar la insistencia de la presidenta en que la relación con Estados Unidos se construye sobre “responsabilidad compartida, confianza mutua y cooperación sin subordinación” —desde mi perspectiva, este comentario va más allá de lo diplomático y refleja un cambio en la manera de plantear la relación bilateral. La colaboración sin pérdida de soberanía es un mensaje oportuno en medio de un entorno donde los aranceles están siendo una herramienta política. Un matiz relevante, puesto que me parece que el desafío es mantener esa narrativa en la práctica, donde las negociaciones son más complejas que las palabras. Otro matiz importante fue la diversificación , destacando los acuerdos recientes con Brasil, el fortalecimiento de vínculos con Canadá y Francia, así como la actualización del Acuerdo con la Unión Europea. Estos pasos apuntan en la dirección correcta, pero creo que el reto es lograr que la diversificación deje de ser un listado de convenios y se traduzca en un menor nivel de dependencia del mercado estadounidense, que aún concentra más del 83% de las exportaciones nacionales. El Plan México se desarrolló como la apuesta institucional para dar estructura a la estrategia comercial: sustituir importaciones, diversificar mercados, atraer inversión, impulsar el desarrollo regional y garantizar bienestar. Se trata de un mapa ambicioso que pretende convertir al país en un centro logístico global; que entre sus proyectos emblema destacan los Polos de Desarrollo Económico, el Corredor Interoceánico y el anuncio de 100 nuevos parques industriales. Hemos tenido cifras y anuncios, pero el reto está siendo el cómo convertir el Plan México en resultados tangibles: ¿podrá concretarse a tiempo para capitalizar el momento del nearshoring? ¿estos planes se quedarán como promesas de infraestructura inconclusa? Los resultados macroeconómicos ofrecidos en el informe muestran una narrativa de solidez que se respalda con un crecimiento de 1.2% y un récord de inversión extranjera de más de 36,000 millones de dólares en lo que va del año. Señales alentadoras en un contexto global desafiante, pero también frágiles si no se acompañan de reglas claras y políticas de largo plazo que den certidumbre a inversionistas y empresas.
El balance es que México tiene los ingredientes: apertura arancelaria, narrativa de soberanía, diversificación en marcha y proyectos industriales ambiciosos. Lo que falta es ejecución. El primer informe de Sheinbaum mostró un rumbo; el reto es que ese rumbo se convierta en resultados verificables. El comercio exterior no se mide en informes ni en parques anunciados, sino en la capacidad real de las empresas mexicanas para producir, exportar y competir con confianza. Lo que está en juego es la posibilidad de que México consolide su papel como un socio confiable en un mundo marcado por la incertidumbre. _____ Nota del editor: Martín Pustilnick es Co-Founder y CEO de MUNDI, la compañía de servicios de financiamiento especializados en comercio internacional para todo tipo de exportadores mexicanos. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor. Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión
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