Sheinbaum petrificada

Cada vez que puede, la presidenta Sheinbaum presume el legado de su antecesor. En realidad, el legado de López Obrador se parece más a un campo minado que a una generosa herencia. Casi todos los temas vinculados al ejercicio del gobierno presentan problemas heredados. Sheinbaum trata de resolverlos sin mayor ruido al tiempo que trata de mantener la esencia de la narrativa obradorista, pero sin la habilidad de quien la creó. 

Adicionalmente, hay que apuntar que, si AMLO era autoritario, la mandataria federal lo es en mucho mayor medida. Un vistazo a cualquier mañanera muestra que cuando algún señalamiento le incomoda opta por anunciar que alguien del gabinete vendrá a informarlo (en algunos temas ese momento nunca llega) o bien le corta la palabra a su interlocutor.

Por si los problemas heredados fueran pocos, ahora Sheinbaum tiene enfrente a situaciones que el expresidente ya no tuvo que enfrentar, por ejemplo, este nuevo Trump recargado y más amenazante.

Entre las bombas de tiempo heredadas están las económicas (déficit y endeudamiento), las de seguridad (crimen organizado), las sociales (salud y educación), las ambientales y las humanas, siendo el tema de los desaparecidos el más grave. Pero López Obrador también dejó como herencia a políticos impresentables, ligados al pasado más autoritario y corrupto, sospechosos de estar coludidos con el crimen organizado. Aquí la lista es larga.

Estos políticos están acomodados en puestos que los hacen muy fuertes políticamente hablando. Son una especie de peso muerto que carga Sheinbaum. Y no, no estoy diciendo que si se librara de ellos podría llevar adelante una especie de regreso a la democracia. No. Simplemente los intereses son diferentes y, sin duda, la imagen de una presidenta moderna y democrática se ven afectados por la historia de los Monreal, los López Hernández, los Noroñas, etc.

Uno de estos casos es el del senador Adán Augusto López Hernández. En los medios está creciendo el escándalo que lo liga con Hernán Bermúdez Requena (comandante H), su antiguo secretario de seguridad estatal en Tabasco. Esta historia ya se veía venir, pero no había alcanzado la atención nacional.

A mediados de noviembre del año pasado, con poco más de un mes en el cargo y agobiado por los señalamientos de una creciente violencia, el gobernador de Tabasco, Javier May Rodríguez, exigió que los gobiernos anteriores explicaran si tenían un pacto con la delincuencia. También llamó a los medios a revelar cualquier información en ese sentido. En respuesta a la pregunta de quien comandaba La Barredora, el grupo criminal más activo en la entidad, contestó: “Todos saben, aquí era vox populi quién comandaba “La Barredora” ¿o no sabemos?”.

Estas declaraciones debieron prender las alarmas a nivel federal, sobre todo porque ya había indicios de la vinculación del comandante H con la Barredora. Habían sido señalados en informes de inteligencia obtenidos tras el hackeo de correos de la Sedena por el colectivo Guacamaya en 2022. Se le identificaba como el “Comandante H” y era quien controlaba las “plazas” estratégicas en Tabasco.

Estas evidencias se pasaron por alto a pesar de la violencia que se recrudecía en la entidad. Sin embargo, la orden de aprehensión girada la semana pasada por las autoridades estatales contra el exsecretario de Seguridad y Protección Ciudadana de Tabasco (SSPC), Hernán Bermúdez Requena, y otros líderes del grupo criminal ‘La Barredora’, dio al tema otra perspectiva y reforzó la idea de los vínculos de este personaje con su exjefe, el senador López Hernández.

El hombre al que AMLO llamaba “su” hermano no ha dado la cara en los últimos días y algunos medios que se han distinguido por no tocar a la 4T ni con el pétalo de una rosa, ahora están publicando notas sobre el senador López Hernández y el comandante H. Las palabras de López Obrador acerca de que el presidente Calderón no podía ignorar lo que hacía su secretario de seguridad García Luna, hoy se aplican a un miembro distinguido del grupo gobernante.

Ahora, la presidenta Sheinbaum se ha encontrado con un asunto en sus manos que le incomoda. Por un lado, asegura que Adán Augusto no está siendo investigado y, por otro, le echa la bolita a la Fiscalía carnal de Gertz Manero.

En realidad, Sheinbaum solo puede tratar de eludir la bala y esperar que el escándalo pase. Las tribus morenistas se están moviendo y la presidenta está palpando los límites de su poder. O rompe con algunos acuerdos obradoristas o quedará atada a todas esas alianzas oscuras de su exjefe, en un momento que Trump acusa complicidad y miedo de su gobierno.

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