Sheinbaum en la G7

Ayer inició en la provincia de Alberta, en Canadá, la reunión anual del G7, término con el que se denomina al grupo compuesto por Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Alemania, Francia, Italia y Japón, las economías que en el momento en que este grupo se formó hace medio siglo eran las más grandes del mundo, tanto en términos del PIB agregado como en términos per cápita.

La agenda de la reunión de este año, definida por el anfitrión, el primer ministro canadiense Mark Carney, incluye temas muy woke como “protección a las comunidades” (lo que ello quiera decir), el cambio climático y los incendios forestales (¿?) y el combate al crimen organizado. Además, se tratarán temas alrededor del estado de la economía mundial, incluyendo seguridad energética, impulso al crecimiento, inteligencia artificial y cambio tecnológico.

Sin duda, en la reunión de este año habrá tres temas muy relevantes fuera de la agenda de Carney. Primero, la guerra en Ucrania provocada por la invasión rusa y el cambio en el apoyo militar estadounidense a este país desde que Trump asumió la presidencia y la percepción de que él adoptó una posición pro Putin, por lo que “traicionó” a Ucrania. Segundo, el ataque israelí a las instalaciones nucleares y militares en Irán y a los principales mandos militares y de la Guardia Revolucionaria iraní ante la certeza por parte de Israel, Estados Unidos y la AIEA de que Irán estaba cerca de lograr el enriquecimiento de uranio al grado necesario para la fabricación de armas nucleares. Tercero, las erráticas políticas arancelarias de Trump.

A esta reunión, Carney invitó, entre otros jefes de Estado (Brasil, Sudáfrica, Arabia Saudita, Corea del Sur, Australia, Ucrania e India), a la presidente Sheinbaum. La invitación a la presidente mexicana tiene el propósito, en principio, de definir una estrategia y formar un frente común para enfrentar a Trump ante su errática política arancelaria y las amenazas que se ciernen sobre el T-MEC ante la revisión programada para el próximo año, misma que podría adelantarse para el último trimestre del presente, con la posibilidad de que ya no sea una simple revisión, sino de que Trump empuje para una nueva renegociación de todo el tratado. Sheinbaum tiene que lograr que Carney le garantice que Canadá está comprometido con el acuerdo trilateral y que no dejará a México “colgado de la brocha” en la negociación con Trump.

Por otra parte, es de esperarse que, al margen de la reunión del G7, Sheinbaum y Trump se reúnan, lo que marcaría la primera vez que se encontrarían frente a frente (llama la atención que Sheinbaum haya sido la única gobernante “relevante” que no se ha reunido con el presidente estadounidense desde que él asumió el cargo en enero).

Los temas relevantes para la presidente Sheinbaum en esta reunión bilateral son los aranceles que Trump le ha impuesto a las exportaciones mexicanas, el futuro del T-MEC, las deportaciones de mexicanos y de otras nacionalidades, exigiendo que se respete el debido proceso así como los derechos individuales de los migrantes, y la propuesta de gravar las remesas que se discute en el Congreso estadounidense, así como aclararle su arrogante y placera declaración de “nos movilizaremos”.

Sheinbaum debe estar consciente de que, por más que trate, Trump no entenderá que sus políticas arancelarias y de deportación de migrantes indocumentados le generan un daño a la economía estadounidense; varios ya lo intentaron y fracasaron. Trump es una mula muy terca e ignorante, por lo que sería más eficiente formar alianzas con los empresarios estadounidenses afectados por esas políticas. En lo que la presidente mexicana sí tiene que insistir es en la importancia de mantener vivo el T-MEC; destruirlo, como a veces ha estado tentado Trump a hacerlo, le generaría un grave daño a las tres economías, pero para México esto sería catastrófico.

¿Qué debería esperar que le diga Trump? La lista podría incluir la alianza/complicidad/protección de figuras públicas del gobierno mexicano, el actual y el anterior, con los grupos del crimen organizado y de tráfico de drogas, incluyendo al expresidente López, secretarios de Estado, legisladores, gobernadores, etcétera. Trump sí tiene la idea de que México es un narcoestado y se lo va a decir. Además, le recordará que la decisión inicial de imponerle aranceles tanto a México como a Canadá fue por el papel de ambos países en el tráfico de fentanilo hacia Estados Unidos. Sheinbaum tendría que presentarle datos duros y creíbles sobre lo que ha hecho su gobierno al respecto.

Un segundo posible tema serían las violaciones por parte del gobierno mexicano del T-MEC: la desaparición del IFT y Cofece, la decisión de favorecer a Pemex y a CFE, la discriminación a empresas estadounidenses y, posiblemente, la destrucción del poder judicial independiente y la incertidumbre jurídica que ello le generaría a las empresas privadas estadounidenses que invierten en México o realizan operaciones de comercio exterior con contrapartes mexicanas.

Para mañana o pasado mañana, quizás ya sabremos cómo le fue.

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