Semiconductores sin subsidios: la yunta que México debe alinear
Esta semana tuvo lugar una reunión de trabajo de la Comisión de Seguimiento a la Implementación y Revisión del T-MEC en el Senado de la república. El objetivo fue dialogar con actores diversos sobre los desafíos para la industria de semiconductores y cadenas de valor en México. Sin duda hay un camino de avance y crecimiento para México, pero el tiempo y varios cuellos de botella le juegan en contra.
Dice el senador Waldo Fernández, quien preside la comisión, que los semiconductores son el acero del siglo XXI. Están en todas partes. Los conflictos armados de nuestro tiempo requieren muchos chips: desde las comunicaciones hasta los sistemas de navegación de misiles; y también están en nuestras cocinas y nuestros vehículos por millares. Son la unidad básica de toda la industria electrónica, por lo que su valor económico y social es tremendo, con ventas calculadas en casi 630,000 millones de dólares en 2024, lo que es más de 1.5 veces el Presupuesto de Egresos de la Federación para el mismo año.
Carlos Rebellón, vicepresidente de Semiconductores de la Cámara Nacional de la Industria Electrónica, de Telecomunicaciones y Tecnologías de la Información (CANIETI), aterrizó con precisión la discusión: el mayor reto es competir con Asia sin los grandes subsidios públicos. Para superarlo, no hay mucho secreto, pero sí mucho trabajo: México debe hacer valer su proximidad logística con el principal mercado del mundo, su base manufacturera y las reglas del tratado norteamericano.
La oportunidad no es menor. México ocupa el décimo lugar en exportaciones del sector electrónico y es uno de los 17 países con presencia en el sector de los semiconductores, de acuerdo con la CANIETI. Si a eso le sumamos su presencia en el sector automotriz (que habita enseguida del electrónico), queda claro el potencial para la ganancia de nuestro país en un reacomodo en la industria de los chips.
Varios elementos del Plan México están dirigidos a mejorar el desempeño nacional en esta industria, pero hay al menos tres dificultades que describen bien el panorama dibujado por Rebellón.
- Talento que no alcanza. Según un reporte de Manpower, 70% de los empleadores tienen dificultades para encontrar los perfiles que necesita, y la escasez sube a 77 % en puestos de electrónica avanzada, y diversos estudios señalan que la oferta de egresados STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) está muy por detrás de la demanda que generará la relocalización industrial. Hay talento en México; sin embargo, en los segmentos donde puede destacar—diseño, ATP (ensamble, pruebas y empaquetado) e integración—la brecha entre la oferta de especialistas y la demanda potencial sigue siendo amplia.
- Recursos básicos al límite. El norte del país es muy caluroso y seco. Y junto con el Bajío es la región con una industria manufacturera más desarrollada y más capacidad para incrementar su presencia en los semiconductores. Pero como en todo el país, la infraestructura hídrica tiene un rezago de décadas y su gestión debe repensarse. Además, las redes eléctricas están sujetas a demasiada presión y no se implementan suficientes proyectos de generación, sobre todo de energías limpias.
- Finanzas públicas en dieta. El déficit público acumulado en los últimos años, con el consecuente costo financiero para el Gobierno Federal de los últimos años implica un menor espacio para incentivos fiscales de cualquier tipo, pero también una menor capacidad de invertir en todo tipo de infraestructura y programas de desarrollo para los trabajadores.
Pese a las limitaciones, hay terreno ganado. El Jalisco Tech Hub Act ofrece fast track regulatorio y formación dual en diseño de circuitos; Baja California integra desde hace años líneas de ATP para Qualcomm e Infineon; y Chihuahua ancla la producción de pruebas para la industria automotriz. Estos focos prueban que una coordinación eficaz puede mover montañas.
Ahí es donde el Senado puede ser más que tribuna. Su Comisión de Seguimiento al T-MEC propone un Consejo Consultivo que siente en la misma mesa al Ejecutivo federal, a los gobernadores, a la industria y a la academia para apoyar los esfuerzos hacia la revisión del tratado en 2026.
La yunta de bueyes es una imagen vieja, pero encaja: solo cuando dos fuerzas jalan parejo el arado corta recto y profundo. Sin un esfuerzo sincronizado, la parcela de los chips quedará a medio barbecho.
Para que el surco sea recto, hay que priorizar: corredores logísticos, líneas de transmisión e infraestructura de tratamiento (incluso desalinización) de agua donde ya hay demanda industrial. Para ello se pueden usar esquemas APP y vehículos de inversión de FONADIN y fondos estatales para semiconductores, emulando las asociaciones que financiaron las plantas adquiridas a Iberdrola.
Si se quiere desarrollar más el talento de diseño y ATP, “en fast-track”, se necesitan, solo por dar unos ejemplos, más programas de becas condonables y bootcamps bilingües en diversas disciplinas y habilidades, programas de formación dual, pasantías y prácticas y más convenios universidad-empresa como los empleados en Jalisco desde hace más de veinte años.
Además, aunque la revisión del T-MEC será un proceso singular y complejo, un tema inevitable será el del contenido regional para la obtención de beneficios en sectores como el automotriz y los semiconductores. Habrá que llegar a las mesas de 2026 con propuestas de umbrales graduales que incentiven contenido regional sin duplicar costos para las pymes.
Si cada actor empuja por su lado, la tierra se compacta y el arado apenas araña la superficie. Pero si se enganchan en la misma yunta —Senado y Ejecutivo, estados e iniciativa privada, universidades y centros de I+D— la fuerza combinada puede abrir un surco profundo y fértil. De lo contrario, México se quedará mirando cómo otros siembran, riegan y cosechan el futuro.