Se llama limpieza étnica, pese a que Trump use eufemismos
Se trata de limpieza étnica.
El país idílico del presidente de Estados Unidos es uno que sea poblado por güeros y no morenos (latinoamericanos). No sabemos si su ideal dejará la ficción para instalarse en la realidad el año 3000 o 4000. Los demógrafos estarán haciendo el cálculo.
Al menos, es el escenario ideal que edificó en su mente el presidente Trump desde que llegó a la presidencia el pasado enero. Su sueño lo hizo público en su toma de posesión.
Donald Trump convocó a una conferencia de prensa el sábado bajo un estado de euforia. “Victoria gigante”, escribió unas horas antes en Truth social. “Incluso el engaño de la ciudadanía por derecho de nacimiento ha sido, indirectamente, duramente golpeado”.
La decisión de la Corte Suprema representa una cesión o transferencia de poder a la Casa Blanca como ningún presidente lo haya recibido. El máximo tribunal le restó poder a los jueces federales al impedirles que frenen decretos del presidente a nivel nacional. Solamente la persona que demande la posible ilegalidad constitucional de un decreto podrá pararlo a través de una orden de un juez federal.
El origen del fallo de la Corte Suprema dado a conocer el pasado viernes tiene que ver con los hoy inmigrantes (antes esclavos). En 1868 la enmienda 14 de la Constitución comenzó a otorgar la ciudadanía estadounidense a toda persona que haya nacido bajo el entorno jurisdiccional del país. Ocurrió tres años después del fin de la Guerra de Secesión.
Trump recordó en su red social que la enmienda 14 “tuvo que ver con los bebés de esclavos (¡el mismo año!), no con la estafa de nuestro proceso de inmigración”. En realidad, a Trump poco le interesa si son esclavos o inmigrantes los beneficiados por la enmienda 14 de la Constitución. Hoy se llaman inmigrantes; llevan años en Estados Unidos y que muchos de sus hijos fueron protegidos por un programa creado por el presidente Obama (Programa de Acción Diferida para los llegados en la Infancia, DACA).
“Todas las personas nacidas o naturalizadas en Estados Unidos , y sujetas a su jurisdicción, son ciudadanos de Estados Unidos y del estado en el que residen”, contempla la 14ta Enmienda.
Lo que subyace en la posible limpieza étnica que el Gobierno de Trump comenzará a realizar el 27 de julio es el poder que va sumando su persona.
“El país tiene que estar muy orgulloso de la Corte Suprema hoy”, comentó eufórico Trump en su conferencia de prensa.
El presidente llegó al extremo irracional de comentar que la decisión de la Corte Suprema fue una victoria “monumental para la separación de poderes”.
La realidad es otra. Las decisiones de jueces federales representaban para Trump la necesidad de pasar por una ventanilla previa a la de la Corte Suprema. Ahora, con seis de los nueves jueces conservadores, el mar se le abre para que pueda caminar.
El doble rasero trumpista lo deja claro un día sí y otro también. Sanciona a la Universidad de Harvard por considerarla un “caldo de cultivo” antisemita, pero está por dar un golpe letal con los derechos jurisdiccionales de ciudadanos estadounidenses cuyos padres son inmigrantes sin documentos.
En varias partes de Latinoamérica se escucha un aterrador silencio por lo que ocurrirá a partir del 27 de julio.
No existe queja o incomodidad alguna entre diplomáticos. Se entiende que su silencio cultiva su complicidad en lo que sin duda alguna será una limpieza étnica por parte del presidente de Estados Unidos.