Salud e infraestructura: promesas visibles, realidades pendientes
El primer año de Claudia Sheinbaum como presidenta ha sido presentado como un periodo de logros sociales. Los programas emblemáticos —como la Pensión Mujeres Bienestar— y las inversiones en salud e infraestructura se muestran como prueba de un nuevo rumbo. Sin embargo, cuando se miran con detalle los números y el contexto, lo que aparece es una mezcla de avances parciales y promesas que todavía no aterrizan en la vida cotidiana de los mexicanos.
En salud, el gasto público sigue rondando apenas el 2.5% del PIB, lejos del mínimo internacional recomendado. Mientras tanto, el 41% del gasto en salud proviene directamente de los bolsillos de las familias, lo que implica que millones deben financiar con sus propios recursos aquello que se supone debería ser un derecho garantizado. La consolidación del IMSS-Bienestar y las compras centralizadas de medicamentos se presumen como soluciones, pero en 2024 se registraron 11 millones de recetas no surtidas, una muestra de que el desabasto persiste y la narrativa supera a la realidad.
La esperanza de vida alcanzó los 75.4 años en 2025, apenas recuperando los niveles previos a la pandemia, pero sin mejorar indicadores críticos como la mortalidad materna. Los recortes del 34% a programas para personas sin seguridad social y el financiamiento insuficiente al IMSS-Bienestar reflejan más un reacomodo de recursos que un verdadero fortalecimiento del sistema. Si esa es la idea de “transformar”, parece más bien un rebranding con presupuesto limitado.
En infraestructura, los anuncios son ambiciosos. El Programa Nacional de Infraestructura Carretera 2025–2030 contempla hasta 373 mil millones de pesos, con la promesa de generar 162 mil empleos en 2025. La política ferroviaria es presentada como insignia: el Tren México–Querétaro, con 75 mil millones de pesos de inversión y medio millón de empleos en expectativa, o el Tren AIFA–Pachuca, que debería mejorar la movilidad de 1.2 millones de personas. Por ahora, son promesas. Y en este país, ya sabemos: las vías siempre se construyen más rápido en los discursos que en el terreno.
El sector energético es otro espejo de dualidades. Mientras se proyecta una expansión de 29 mil megawatts y 625 mil millones de pesos en inversión, la refinería de Dos Bocas opera a media máquina y la planta solar de Puerto Peñasco, aunque simbólica, es apenas un parche en un sistema con problemas estructurales. En agua, se anuncian proyectos como El Cuchillo II, El Zapotillo y Agua Saludable para La Laguna, con 15.7 mil millones de pesos de inversión, pero la magnitud de la crisis hídrica vuelve todo insuficiente.
El balance del primer año en salud e infraestructura es claro: se anuncian grandes planes, pero las mejoras estructurales siguen pendientes. El gobierno presume transformaciones, pero las familias siguen enfrentando las mismas carencias. Y lo más delicado es que estos sectores son apenas la antesala. Porque si aquí los resultados lucen más maquillados que transformadores, en seguridad y en bienestar social la historia es todavía más preocupante.
De esta forma, seguimos viviendo entre cifras que brillan… y bolsillos que no alcanzan.
*El autor es académico de la Escuela de Gobierno y Economía y de la Escuela de Comunicación de la Universidad Panamericana, consultor experto en temas económicos, financieros y de gobierno, director general y fundador del sitio El Comentario del Día y conductor titular del programa de análisis: Voces Universitarias.
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