El rostro apagado de un monje budista emerge entre los escombros de un edificio religioso en Mandalay. Familiares de desaparecidos rezan a su alrededor para encontrar a los supervivientes, dos días después del terremoto que devastó Birmania.
“Espero que esté vivo”, dice a AFP Kyaw Swe, de 59 años y padre de Seikta, un monje de 40 años que desapareció en el sismo. “Su madre está desconsolada”, añade.
“Si llegó la hora de morir, entonces es imposible evitar la muerte”, afirma este campesino con resignación.
Al menos 180 monjes estaban realizando el viernes un examen cuando un terremoto de magnitud 7,7 provocó el derrumbe de parte del edificio.