Revisión del T-MEC ¿Riesgo u oportunidad?

Esta semana iniciarán formalmente las consultas internas en México, Canadá y Estados Unidos para la revisión del T-MEC. Aunque por ahora los trámites son meramente procedimentales, se abren dos escenarios para México hacia adelante.

El acuerdo, firmado en 2020, prevé revisiones periódicas, la próxima prevista para 2026. Tanto Estados Unidos como Canadá ya comenzaron procedimientos de consulta pública, solicitando a empresas y organizaciones comentarios sobre el desempeño del acuerdo y posibles áreas de renegociación. Washington incluso calendarizó para noviembre una audiencia pública donde recabará evidencia para decidir si debe continuar o retirarse del tratado. En Canadá, el gobierno emitirá un llamado a la sociedad civil y al sector privado para recoger preocupaciones y prioridades, con un foco particular en el sector automotriz y las cadenas de valor trilaterales. En México, la Secretaría de Economía avisó que “abrirá una consulta pública de 60 días para recibir comentarios sobre el funcionamiento del T-MEC, en preparación para la revisión conjunta prevista en 2026”.

Esta revisión, que debería ser un mero trámite, no está libre de riesgos. Dada la postura de Trump hacia México —y hacia el resto del mundo— es posible que el gobierno estadounidense la use como pretexto para exigir cambios sustanciales, no solo en comercio,sino también en seguridad o migración, o incluso para rechazar el acuerdo en su forma actual. Esto tendría profundas implicaciones y una eventual salida podría significar el fin de la integración regional que tanto ha beneficiado a los tres países.

Adelantándose a las presiones de EU por la entrada de insumos chinos por la puerta trasera mexicana —especialmente en el rubro automotriz y electrónico—, México parece haber empezado a mover sus fichas. El gobierno decidió aplicar el arancel máximo permitido por la OMC, de hasta 35%, a productos provenientes de China y otros países extrarregionales en 17 sectores estratégicos. La medida cubre autopartes, acero, textiles, calzado, electrónicos y más, buscando mitigar el desvío de comercio y proteger a las industrias nacionales que han visto aumentar la competencia de Asia tras las guerras comerciales globales.

Con estos aranceles, México no solo responde a exigencias externas, también marca una postura de alineación con la agenda norteamericana, anticipándose a potenciales disputas en los mecanismos de solución de controversias del T-MEC y enviando a EU la señal de que estamos dispuestos a cooperar y buscar una mayor integración comercial. Los nuevos aranceles, sobre todo en automóviles, son clave para proteger la industria nacional. Basta ver el reportaje de Reuters que detalla la sobrecapacidad construida en China, donde los coches se están rematando a un tercio de su precio o se pudren en lotes. Esa sobrecapacidad un día alcanzará a los productores y al gobierno chinos. Y si no nos protegemos, esta competencia desleal podría destruir la industria en México y la región.

Esta primera acción es un paso en la dirección correcta para mantener la integración económica de Norteamérica. Si en algo hubo continuidad entre el primer mandato de Trump, el gobierno de Biden y ahora, es la intención de limitar el acceso de la competencia china desleal al mercado norteamericano. Pero con esto no será suficiente. Desafortunadamente existen muchos otros temas, más allá del comercio, sobre todo en materia de seguridad, que seguirán influyendo en la relación comercial de México con sus socios.

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