Repensar el genocidio: su concepción jurídica es un problema mayúsculo
¿Qué tan delicado es que el término genocidio se vacíe de su significado jurídico? ¿Por qué es relevante discutir y replantear la definición cuando estamos ante hechos tan atroces en el mundo?
Éste fue el motivante principal de la mesa “Atrocidad y exterminio”, que este miércoles se llevó a cabo en el Antiguo Colegio de San Ildefonso como parte del XXXIX coloquio organizado por 17, Instituto de Estudios Críticos titulado “El claroscuro en que nacen los monstruos. Pensar el presente”, que ha reunido desde el 16 y hasta el 21 de junio a cerca 60 intelectuales de 12 países.
La mesa estuvo integrada por dos ponentes que han dedicado su vida al estudio del genocidio, la violencia y la justicia para las víctimas: Ximena Medellín Urquiaga (México), doctora en Derecho por la UNAM, investigadora del CIDE y especialista en Derecho Penal Internacional, y Manuel Reyes Mate (España), filósofo, quien ha trabajado sobre la memoria histórica y las implementaciones morales, éticas y epistemológicas de la barbarie.
Definición incompleta, compleja y limitada
Ximena Medellín retomó al jurista finlandés Martti Koskenniemi, quien ha criticado a la jurídica como “una profesión irresponsable”. Y es que la ponente refirió que “como juristas tendemos a discutir los temas fundamentales apuntando a textos, conceptos e interpretaciones jurídicas para sostener nuestros argumentos, antes que asumirlos como una profesión propia, con la responsabilidad pública que eso conlleva”.
Por lo anterior, Medellín Urquiaga añadió: “permítanme entonces romper esa lógica que nos critica Koskenniemi precisando mi posición antes de extender un diálogo sobre la disputa alrededor del concepto de genocidio: como persona, rechazo y condeno tajantemente las acciones criminales contra el pueblo palestino; como profesionista, me sumo a las voces que afirman que existen bases razonables para considerar que se está cometiendo un genocidio en contra de la población palestina en Gaza”.
A partir de esto, la jurista expresó que el genocidio, en contra de lo que suele pensarse, no implica únicamente la muerte física de personas. “La mayoría de las conductas constitutivas del genocidio tienen que ver con las lesiones graves que se causan a determinado grupo con el sometimiento a condiciones que hayan de acarrear eventualmente a su destrucción, pero no se tiene que probar que ya han sucedido, sino que en el transcurso ordinario de los eventos esas condiciones a las que se somete al grupo llevaría a su destrucción”.
La definición de genocidio contenida en la convención firmada en 1948 para prevenirlo y sancionarlo, señaló la especialista, “es al mismo tiempo, incompleta, compleja y limitada”. Lo anterior, dado que, expuso, “fue cercenada de origen por poderes estatales que activamente buscaron excluir sus propias atrocidades, sus propias responsabilidades o la de sus altos mandos”. Por lo anterior, entre otros factores, reconoció la complejidad para la correcta aplicación jurídica del término en la procuración de justicia.
El fracaso de la diáspora
Por su parte, el doctor Manuel Reyes Mate reflexionó: “si todo el mundo, la opinión pública, periodistas, profesores, doctores, utilizan la palabra genocidio refiriéndose, por ejemplo, a Gaza, es porque, además de un sentido jurídico, el genocidio tiene una significación moral, también es una forma de censura, y por eso está rodeado de una gran ambigüedad. El concepto jurídico está muy cazado y, por tanto, si fuéramos rigurosos, habría que esperar una sentencia para poder hablar de ello, pero si no, tendemos a usar el término en un sentido más vago o diluido, bajo una especie de censura moral”.
Más adelante, el filósofo también ofreció una declaración a título meramente personal: “para los europeos, el tema de Gaza no es fácil. Pese a la simpleza y la ligereza con la que muchos se pronuncian, con la que se condena, se juzga y se dice, el problema de Palestina es una creación europea. El pueblo judío decidió hace muchos siglos vivir sin Estado, es decir, en diáspora, pacíficamente entre los demás pueblos, y lo intentaron por activa y por pasiva hasta que reconocieron que no había manera. Se les expulsó, se les persiguió, hasta que, al socaire del romanticismo, pensaron, como tantos otros pueblos, que tenían derecho a un Estado”.
El Estado de Israel, agregó Reyes Mate, “es precisamente el fracaso de ese proyecto de diáspora, un proyecto que fracasa por el empeño de todos y cada uno de los estados europeos de expulsar a los judíos de sus tierras (…) No se puede juzgar el presente sin responsabilidad histórica, y naturalmente que lo que está ocurriendo en Gaza es inadmisible. Espero que el Tribunal de La Haya condene la reacción israelí como un crimen contra la humanidad o como un genocidio, pero eso no significa que la responsabilidad sea única. Al fin y al cabo, esto ocurrió porque Hamás se empeñó. No perdamos de vista nunca a las víctimas de uno y otro lado”.