¿Reducirá o ampliará la IA la brecha de desarrollo?

GINEBRA/LONDRES – La inteligencia artificial (IA) se presenta a menudo como la próxima cima de la innovación humana, debido a su potencial para revolucionar industrias, transformar economías y mejorar vidas. ¿Pero beneficiará realmente a todos o acentuará las diferencias existentes? La respuesta depende de cómo se desarrolle, despliegue y gobierne la tecnología. Sin intervenciones decididas, el potencial de la IA será aprovechado para obtener beneficios limitados por quienes dan prioridad a las ganancias sobre las personas.

Resulta alentador que el costo del desarrollo de la IA esté empezando a disminuir. Mientras que el entrenamiento de GPT-4 de OpenAI costó 100 millones de dólares, el modelo comparable de la startup china DeepSeek parece costar una fracción de esa cifra. Esta tendencia tiene implicaciones promisorias para los países en desarrollo, que en general carecen de los gigantescos recursos financieros que requerían las innovaciones anteriores en IA, pero que pronto podrían acceder a estas tecnologías y aprovecharlas de forma más asequible. Las decisiones que tomemos hoy determinarán si la IA se convierte en un instrumento de inclusión o de exclusión.

Para garantizar que la IA esté al servicio de la humanidad, debemos centrarnos en los incentivos. Hoy en día, el desarrollo de la IA viene dictado en gran medida por las fuerzas del mercado, con un enfoque excesivo en la automatización y la monetización de los datos personales. Los pocos países que lideran las tecnologías de IA están invirtiendo miles de millones de dólares en aplicaciones que sustituyen mano de obra y que agravarán la desigualdad. Para empeorar las cosas, las subvenciones públicas se centran con frecuencia en los méritos técnicos, que a menudo apuntan a la eficiencia, sin tener suficientemente en cuenta su impacto social directo e indirecto.

Cuando desaparecen puestos de trabajo, tiende a producirse inestabilidad económica, social y política. Sin embargo, el financiamiento público sigue fluyendo hacia la automatización. Los gobiernos deben reajustar los incentivos para fomentar la IA al servicio de las necesidades sociales, como la mejora de la educación y de los resultados sanitarios y la lucha contra los problemas climáticos. La IA debe potenciar, no sustituir, a los trabajadores humanos. El envejecimiento de la población es un reto importante en algunos países. Si bien los robots domésticos pueden ayudar a resolver algunos de los problemas de una población que envejece, la frontera del desarrollo actual se centra en prioridades como el rendimiento dinámico (correr, saltar o evitar obstáculos) en entornos al aire libre, más que en funciones centradas en la seguridad y la practicidad, la asistencia en la vida diaria o la gestión de enfermedades crónicas.

La tarea no puede dejarse exclusivamente en manos del capital de riesgo, que en 2024 canalizó 131,500 millones de dólares hacia empresas emergentes, en gran parte detrás de tecnologías sobrevaloradas y especulativas como la inteligencia artificial general. Los modelos con fines más específicos pueden mejorar el diagnóstico médico, ayudar a los radiólogos, predecir catástrofes naturales y mucho más. Redirigir las inversiones hacia soluciones que beneficien directamente a la sociedad es esencial para mantener el desarrollo de la IA alineado con el progreso colectivo, en lugar de con el valor para el accionista.

También es necesario reducir la brecha entre las economías desarrolladas y las que están en vías de desarrollo. El potencial transformador de la IA sigue en gran medida sin aprovecharse en los países de ingresos bajos y medios, donde la infraestructura inadecuada, las capacidades limitadas y la escasez de recursos dificultan su adopción. Si no se aborda, esta brecha tecnológica no hará sino ampliar las desigualdades globales.

Pensemos en lo que la IA podría hacer por la atención sanitaria. Podría ampliar el acceso a la medicina personalizada, ofreciendo a los pacientes de entornos con recursos limitados tratamientos a medida con mayor eficacia y menos efectos adversos. Podría contribuir al diagnóstico, ayudando a los médicos a detectar enfermedades antes y con mayor precisión. Y podría mejorar la educación médica, utilizando el aprendizaje adaptativo y la retroalimentación en tiempo real para formar a profesionales médicos en zonas desatendidas.

En términos más generales, los sistemas de aprendizaje adaptativo impulsados por IA ya están personalizando los contenidos educativos para satisfacer las necesidades individuales y zanjar lagunas de conocimiento. Los sistemas de tutoría por IA ofrecen una enseñanza personalizada que aumenta el compromiso y mejora los resultados. Al facilitar enormemente el aprendizaje de un nuevo idioma y la adquisición de nuevas capacidades, la tecnología podría impulsar una expansión masiva de las oportunidades económicas, especialmente para las comunidades marginadas.

Los usos tampoco se limitan a la atención médica y a la educación. El Modelo Digital Inclusivo (IDMODEL) de la Universidad de Oxford demuestra que dotar a los grupos marginados, especialmente mujeres y jóvenes, de competencias digitales les permite participar en la economía digital global, reduciendo las disparidades de ingresos.

Pero la cooperación mundial es crucial para desbloquear estos beneficios. La IA debe abordarse de forma colectiva, por ejemplo, a través de iniciativas Sur-Sur para crear soluciones adaptadas a las circunstancias y necesidades de los países en desarrollo. Al fomentar las asociaciones y el intercambio de conocimientos, los países de ingresos bajos y medios pueden salvar la brecha tecnológica y garantizar que la IA sirva a un amplio abanico de grupos de interés más allá de los actores dominantes.

Luego está la cuestión de la seguridad y del uso ético. Estas cuestiones también deben abordarse a escala mundial. Sin marcos éticos sólidos, la IA puede utilizarse, y ya se ha utilizado, con fines perjudiciales, desde la vigilancia masiva hasta la difusión de información errónea.

La comunidad internacional tendrá que ponerse de acuerdo sobre principios compartidos para garantizar que la IA se utilice de forma coherente y responsable. Las Naciones Unidas, a través de plataformas inclusivas como la Comisión de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo, pueden contribuir a dar forma a una normativa mundial. Las principales prioridades deben ser la transparencia (garantizar que la toma de decisiones en materia de IA sea discernible y explicable), la soberanía de los datos (proteger el control de las personas y los países sobre sus propios datos), la prevención de daños (prohibir las aplicaciones que menoscaben los derechos humanos) y el acceso equitativo. Las iniciativas multilaterales para desarrollar infraestructura y competencias digitales pueden contribuir a garantizar que ningún país quede rezagado.

No se trata de una cuestión que afecte únicamente a los responsables de las políticas y al sector privado. A lo largo de la historia, el cambio transformador ha empezado a menudo desde abajo. El sufragio femenino, el movimiento por los derechos civiles y el activismo climático comenzaron con esfuerzos de base que se convirtieron en poderosas fuerzas de cambio. Se necesita un movimiento similar para dirigir la IA en la dirección correcta. Los activistas pueden poner de relieve los riesgos de la IA no regulada y presionar a los gobiernos y a las empresas para que den prioridad a la innovación centrada en el ser humano.

Los efectos sociales, económicos y políticos de la IA no se inclinarán naturalmente hacia la inclusión o la equidad. Los gobiernos deben orientar los incentivos hacia una innovación que aumente el potencial humano. Las organizaciones mundiales deben establecer marcos éticos para salvaguardar los derechos humanos y la soberanía de los datos. Y la sociedad civil debe exigir responsabilidades a los líderes políticos y empresariales.

Las decisiones que se tomen hoy determinarán si la IA se convierte en un puente o en un abismo entre los ricos y los pobres del mundo. La colaboración internacional, la gobernanza ética y la presión pública pueden garantizar que tomemos las decisiones correctas.

La autora

Shamika Sirimanne es asesora sénior del secretario general de Comercio y Desarrollo de las Naciones Unidas.

La autora

Xiaolan Fu es profesora de Tecnología y Desarrollo Internacional en la Universidad de Oxford.

Copyright:
Project
Syndicate,
1995 – 2025

www.project-
syndicate.org

admin