Receta de agua de horchata con fresas y la tradición de las aguas frescas en México

En México, pocas cosas representan mejor el espíritu popular que un vaso de agua fresca. En mercados, fondas y fiestas familiares, estas bebidas elaboradas con frutas, semillas y hierbas se han convertido en un símbolo de hospitalidad y de identidad.
Las aguas frescas tienen su raíz en la época prehispánica, cuando se preparaban infusiones de flores como el cacao, la jamaica o el cempoalxóchitl. Con la llegada de la caña de azúcar y nuevas frutas tras la colonización, la costumbre se expandió hasta convertirse en una de las tradiciones culinarias más queridas. El nombre “agua fresca” no es casual: son bebidas ligeras, refrescantes, con un balance perfecto entre lo dulce y lo natural.
Todavía, no existe mercado en México sin enormes vitroleros de cristal que exhiben colores vibrantes: el verde del limón con chía, el rojo de la jamaica, el blanco de la horchata, el naranja del mamey. Son parte de la rutina diaria, pero también protagonistas en celebraciones como las fiestas patrias. Para muchos mexicanos, ninguna comida está completa sin una jarra de agua fresca en el centro de la mesa.
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La horchata, reina de las semillas
Entre todas, la horchata ocupa un lugar especial. Su base es el arroz remojado y molido, mezclado con canela, azúcar y leche, que resulta en una bebida cremosa y delicada. Aunque tiene raíces en la tradición hispano-árabe, en México adoptó personalidad propia: se volvió inseparable del taco al pastor, de las garnachas y de las sobremesas familiares.