Quietud económica bajo nubes de recesión

La economía mexicana marcha con los motores a muy bajas revoluciones. Los datos siguen sugiriendo un estancamiento significativo y el riesgo latente de caer en recesión, aun cuando todo apunta a que, de materializarse, sería menos severa que en episodios previos.

El pasado 19 de mayo, el INEGI publicó el Indicador Oportuno de la Actividad Económica (IOAE), que sirve de anticipo del IGAE —el termómetro mensual del PIB—. Se prevé que, en abril, la actividad económica avanzó 0.7% comparado con el mismo mes del año anterior, y 0.0% con respecto a marzo de este año.

Al interior del IOAE, se estima que las actividades secundarias —donde se ubican la construcción y las manufacturas— retrocedieron 0.8% a tasa anual, pero las terciarias —comercio y servicios, principalmente—, crecieron 1.5%. Conviene recordar que el sector terciario representa más de la mitad del PIB, de modo que su inercia evita que la aguja caiga por completo en terreno negativo.

La Encuesta Mensual de la Industria Manufacturera, en sus estimaciones para marzo difundidas, registra una merma anual de 1.5% en el volumen de la producción manufacturera. Dado que las manufacturas equivalen a cerca de 20% de la economía, ese tropiezo mantiene encendido uno de los focos rojos rumbo a la mitad del año.

Por el lado de la demanda, la fotografía tampoco anima. De acuerdo con el Indicador Oportuno del Consumo Privado (IOCP), se estima que en abril el consumo disminuyó 1.1% a tasa anual y 0.2% con respecto a marzo. Sin un repunte en el consumo —el componente más voluminoso del gasto interno— se complica cualquier intento de amortiguar la amenaza recesiva.

En un evento organizado por el Council of the Americas, el economista en jefe de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Rodrigo Mariscal, explicó que la economía mexicana no cumple con las condiciones que indican una recesión, a saber, que sea profunda, generalizada y prolongada.

Desde luego que los criterios siempre pueden ser debatibles, pero los datos que presentó el funcionario son importantes. En las recesiones de 2008-2009 y 2020 el empleo se desplomó en manufacturas, construcción y servicios. En cambio, desde julio de 2024, la construcción sí experimenta pérdidas pronunciadas y las manufacturas lucen fatigadas, pero los servicios todavía suman plazas y el empleo formal agregado se mantiene más bien estancado, pero no en picada.

Además, Mariscal mencionó que, para que se considere que la economía está en recesión se debe observar que más de 32 sectores se contraigan, y en este momento solo hay 22. Esos datos deberían mostrarse en su peso específico en la economía, puesto que su aportación al PIB es diversa, pero de todas formas es un indicador útil.

Tampoco se han concatenado dos trimestres consecutivos de caída del PIB —condición mínima de recesión técnica—, de modo que, frente a los episodios de los años ochenta y noventa, 2009 o la crisis del Covid-19, la debilidad actual se mantiene, por ahora, contenida.

En efecto, México no está en recesión. Sin embargo, las presiones fiscales, los ajustes institucionales y un entorno global incierto frenan el crecimiento y, con él, las oportunidades de los hogares. Si ya era legítimo criticar el escaso avance promedio de 2% anual desde los noventa, hoy resulta urgente delinear rutas creíbles —infraestructura, inversión y productividad— para reactivar la economía antes de que el freno de mano se oxide en definitivo.

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