¿Qué tan complicado puede ser el 2026?

La mejora en las expectativas de crecimiento que ha tenido la economía mexicana para este año, a la par de muchos otros países, no responde a una mejora de condiciones, sino a la postergación de los riesgos.

A nivel global el impacto de la política arancelaria del Presidente de Estados Unidos ha encontrado lugar para acomodarse entre las postergaciones y la capacidad de los empresarios para resistir las restricciones y los incrementos en los costos, pero ese margen se está agotando.

Cada semana hay que estar al pendiente de nuevas amenazas y nuevos aranceles aplicados por Donald Trump, como su forma imperial de reaccionar a sus estados de ánimo.

Un día puede advertir de tarifas arancelarias descomunales para China, lo que evidentemente altera los mercados, tal como lo hizo la semana pasada, y a las pocas horas puede recular y decir que todo puede quedar en una buena plática con su homólogo Xi Jinping.

Gustavo Petro no es el más ecuánime de los presidentes latinoamericanos, pero reaccionar con la aplicación de aranceles a esa misma economía es justamente lo que anticipa que estamos lejos de encontrar paz en ese tema comercial.

Así, los efectos que se han librado en este año difícilmente se podrán superar el próximo cuando el panorama no ha cambiado. Esto nos deja con una inflación y una desaceleración acumuladas, además de la incertidumbre ante cualquier nueva decisión intempestiva.

Para México, además de este impacto directo, como principal socio comercial está la revisión del acuerdo trilateral vigente, el T-MEC, que tiene una ruta en el papel, pero una de facto marcada por lo que dicte Trump.

Y si las señales que llegan de Washington DC son confusas, las que se mandan de manera interna lo son más.

Por una parte, hay un secretario de Economía que busca tranquilizar a los mercados con aquello de que todo saldrá bien con la revisión del T-MEC, de la mano de un secretario de Seguridad que parece mantener los mejores niveles de confianza en Estados Unidos.

Pero, por otro lado, están las señales que manda la misma presidenta Claudia Sheinbaum, quien contradice sus órdenes pragmáticas a sus colaboradores y al Congreso con sus declaraciones políticas.

Inclinarse por apoyar a las dictaduras latinoamericanas no puede ser un mensaje bien recibido por el gobierno de Donald Trump.

Hasta hoy, la administración de Trump, en especial el Departamento de Estado de Marco Rubio, ha volteado para otro lugar ante la actuación del régimen mexicano en lo que tiene que ver con los dictadores de la región.

Desde el menosprecio al premio Nobel de la Paz a la opositora venezolana María Corina Machado, hasta los envíos millonarios de hidrocarburos subsidiados al régimen cubano.

Pero un desdén que difícilmente podría pasar inadvertido para los ánimos de La Casa Blanca.

La ausencia de la Presidenta mexicana a la X Cumbre de las Américas, en diciembre próximo en República Dominicana, porque es la forma de protestar de Claudia Sheinbaum por la no-invitación a los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua, va a generar atención de la opinión pública estadounidense.

Este tipo de malas decisiones diplomáticas son las que Donald Trump puede dejar no pasar y complicar más el 2026 mexicano.

admin