Propiedad intelectual, un desafío de cultura y capitalización

<![CDATA[

La actual aceleración de la innovación redefine fronteras económicas y sociales, posicionando la protección de la propiedad intelectual, el licenciamiento de tecnología y el emprendimiento como pilares del desarrollo. México, como la 14ª economía mundial con un PIB de 1.66 billones de dólares en 2024, tiene la oportunidad de capitalizar su potencial a través del adecuado fomento a la protección de la Propiedad Intelectual, con el propósito de impulsar la innovación.

Los datos son claros, China recibió 1.64 millones de solicitudes de patente en 2024, Estados Unido recibió 519,364, Japón lo hizo con 414,413, Corea del Sur con 287,954 y la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea con 199,264, mientras tanto México registró solo 10,897. Esta disparidad revela un desafío dual. Para las universidades, el reto es trascender la cultura de publicación académica hacia la patentabilidad orientada a soluciones con impacto social. Los investigadores mexicanos ya contribuyen con más de 36,000 artículos científicos indexados al año (1% del conocimiento global, puesto 28), se requiere formalizar el desarrollo de más invenciones producto de sus resultados de investigación. Un título de patente es “solo un gasto a menos que exista una verdadera intención de desarrollar la invención y convertirla en un producto comercial”. Estas soluciones de base tecnológica deben relacionarse con un constante compromiso por atender las necesidades y retos de la sociedad. En ello las universidades deben discernir si sus invenciones contribuyen a un desarrollo “integral y solidario”. Para las empresas, el desafío es reconocer el valor estratégico de la gestión de la Propiedad Intelectual (PI), no solo por rentabilidad, sino como motor de progreso. La falta de protección eficaz de la PI menoscaba las inversiones en I+D, lo cual impacta negativamente a la competitividad. Las tecnologías que hoy nos parecen cotidianas —como la telefonía móvil, el GPS, internet, la computación en la nube o las innovaciones en el manejo de padecimientos cardíacos— son el resultado directo de la colaboración y financiamiento conjunto entre gobiernos, universidades y empresas. Este cambio tecnológico es el camino para que el país trascienda su condición periférica y avance hacia la diversificación industrial y la especialización. La transferencia tecnológica conecta la investigación científica con el mercado, En México, este tránsito presenta deficiencias. La baja colaboración entre universidades y empresas es una debilidad clave. El sector privado mexicano muestra resistencia a asumir riesgos a largo plazo para financiar tecnologías universitarias emergentes. En este contexto, las políticas públicas en ciencia, tecnología e innovación son un pilar fundamental. Los más de 45,000 investigadores de nuestro país no son solo una cifra; son la fuerza motriz capaz de redefinir el futuro de México. Para las universidades, el desafío es generar “propuestas de valor específicas, ilustrativas y cuantitativas” que resuelvan problemas reales de las empresas con el propósito de integrar activamente la investigación universitaria, buscando alianzas para co-crear soluciones a los grandes desafíos de la sociedad. México, con 75% de insumos extranjeros en sus exportaciones, y en la posición 53 en valor agregado manufacturero per cápita, evidencia una falta de profundidad local que la colaboración universidad-empresa, orientada por principios de desarrollo justo y sostenible, puede remediar. El emprendimiento desde las universidades es el motor que transforma la PI y la tecnología en valor. Para las empresas, el desafío es participar activamente en el ecosistema emprendedor como inversores y socios estratégicos en startups que propongan soluciones a problemas económicos y sociales. El gobierno, por su parte, debe fortalecer su papel como inversionista inicial y duradero en la investigación básica y aplicada temprana. Esto le plantea el reto de evolucionar de un rol pasivo a un facilitador activo de un ecosistema colaborativo basado en confianza y respeto. La política científica debe centrarse en la “búsqueda del bien común” y la plenitud humana, reconociendo que “la innovación no desvincula del compromiso con el bien común”.

La integración de la PI, la transferencia tecnológica y el emprendimiento es fundamental para el progreso de México. Los desafíos cuantitativos – baja tasa de patentamiento (10,897 solicitudes vs. 1.64 millones de China), escasa inversión en I+D (0.297% del PIB vs. >4% de Corea del Sur), y dependencia de insumos extranjeros (75%) – exigen una respuesta coordinada. Esta respuesta debe trascender lo económico. Universidades, empresas y gobierno deben superar los retos de la formalización de la PI, la aversión al riesgo en I+D temprana, la falta de propuestas de valor orientadas al mercado y la insuficiente colaboración. Todo ello con un modelo de cooperación dinámica y confianza mutua, donde la innovación sirva a un desarrollo humano integral. Este enfoque le permitirá pasar de una economía orientada a la reducción de costos a una impulsada por la innovación y la creación de valor que genera un progreso auténtico y sostenible para toda la sociedad. _____ Nota del editor: Juan Alberto González Piñón es Director Corporativo de Innovación y Transferencia de la Universidad Panamericana. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones expresadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor. Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

]]>

admin