Plan arancelario de México; protección industrial con margen para ajustes

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Sergio Silva Castañeda , titular de la Unidad de Fomento y Crecimiento Económico de la Secretaría de Economía, no adorna el diagnóstico. Sabe que no hay tiempo que perder. “Estamos en medio de una transición global”, dice. No solo se trata de geopolítica o tecnología, también cambió la manera en que los gobiernos entienden su papel en la economía. El regreso de Donald Trump aceleró ese viraje. “Estamos en otro escenario”.

Polos de desarrollo: el nuevo mapa industrial

Ese cambio es el telón de fondo de la iniciativa que sube aranceles de 10% a 50% a más de 1,463 fracciones de sectores como automotriz, textil, acero y electrónicos, con impacto directo a las importaciones chinas, principalmente. Para el titular de la Unidad de Fomento y Crecimiento Económico de la Secretaría de Economía, la decisión es pragmática: primero proteger, después ajustar. La medida que se enmarca dentro del Plan México busca proteger a la industria frente a la competencia desleal, cuidar empleos, recaudar más recursos y fortalecer las cadenas productivas locales. Pero hay preocupaciones de que tenga efectos contrarios y dañe a empresas y consumidores. Silva Castañeda reconoce que la política no es perfecta y que algunos sectores pueden resentir el golpe. Pero prefiere actuar a quedarse inmóvil. Consultar a 5 millones de empresas sería imposible, pero se harán correcciones si son necesarias. “Entonces, hacemos consultas, desarrollamos la política y sí, luego tendremos un espacio para cambiar cuando lleguen, a las que no consultamos y nos digan, ‘¿Sabes qué? Esto es más problemático’. Pero si esperamos hacerlo con todas, entonces vamos a tener una política arancelaria por ahí de 2060. Es necesariamente imperfecto, pero hay mecanismos para ir ajustando”, comenta en entrevista con Expansión . Silva Castañeda evita el discurso político y habla de claridad de reglas. Es consciente de que la relación con China sigue siendo un terreno incierto. “Lo único que les puedo prometer es transparencia”, dice, al explicar que el gobierno mexicano informará siempre a empresas y autoridades chinas qué medidas planea aplicar. Pero lo cierto es que la relación futura dependerá también de las tensiones entre Beijing y Washington. La prioridad es cuidar la relación económica con Estados Unidos, de la que dependen la mayoría de los empleos formales en el país. Diversificar es deseable, pero no puede ignorarse que el mercado estadounidense es el más rentable para las exportaciones mexicanas. Junto a los aranceles, el gobierno impulsa los Polos de Desarrollo para el Bienestar, un programa que busca detonar actividad en zonas que se quedaron al margen del crecimiento. No habrá dos polos iguales: cada uno se diseña a la medida de su región, con la participación de gobiernos estatales.

El objetivo es que los polos no sean enclaves aislados, sino motores de empleo y proveedores para las cadenas locales. En Ciudad Juárez el énfasis estará en semiconductores y electromovilidad; en Campeche, en diversificar una economía dependiente del petróleo; en la Riviera Maya, en sustituir importaciones del turismo con producción local. Cuatro o cinco polos ya tienen obras en marcha y el resto avanza en su diseño administrativo. Los plazos son de largo alcance, porque llenar parques industriales llevará tiempo. Pero las metas del Plan México son contundentes. La primera es insertar a México en cadenas tecnológicas de nueva generación. No pretende fabricar chips completos, pero sí convertirse en eslabón confiable en semiconductores y electromovilidad. La segunda es construir capacidades críticas que garanticen soberanía en momentos de crisis: medicamentos, dispositivos médicos, alimentos, energía. Y la tercera, la más inmediata, es cuidar industrias que sostienen miles de empleos, desde textiles hasta autopartes. La política industrial, según Silva, no puede reducirse a perseguir lo glamuroso; debe equilibrar futuro y presente.

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