Pemex entre números verdes y señales rojas
Pemex reportó una utilidad neta superior a 59,000 millones de pesos en el segundo trimestre de 2025; sumada a las pérdidas del primero, arroja una ganancia acumulada de poco más de 16,000 millones de pesos. Esta mejoría contable no refleja un avance operativo, sino la apreciación del peso entre abril y junio, que generó ganancias cambiarias cercanas a 135,000 millones de pesos. Todo ello ocurrió a pesar de que el precio promedio del crudo fue 19.3% menor al de 2024.
El rendimiento bruto aumentó 39% frente al segundo trimestre de 2024 gracias a una reducción de 15.6% en el costo de ventas, suficiente para compensar la caída de 4.4% en los ingresos totales. Sin embargo, un alza de 31.5% en los gastos de administración derivó en pérdidas operativas casi idénticas a las del año pasado: 11,352 millones de pesos en 2024 y 11,100 millones de pesos en 2025.
Los ingresos retrocedieron sobre todo porque las exportaciones se desplomaron casi 15%, mientras que las ventas internas crecieron 2.6%. Los ingresos por la venta de crudo al exterior disminuyeron 29.6%. Dentro del mercado nacional, la comercialización de petrolíferos cayó 2%; no obstante, las ventas de combustóleo subieron 12.5%, en contraste con la reducción de 2.9% en gasolinas.
Como se ha comentado ampliamente y constatamos con los datos, la refinación sigue sin lograr la eficiencia necesaria para compensar la menor exportación de crudo, afectada en parte por una producción que se contrajo 9% entre los segundos trimestres de 2024 y 2025, y 10.5% en el acumulado semestral.
Revertir este panorama en el corto plazo luce complicado, de entrada porque la inversión presupuestal cayó 34.2% frente al primer semestre de 2024 y 93.9% de ese monto se destinó exclusivamente a exploración y producción, según el reporte Pemex en la Mira del IMCO.
El horizonte operativo complicado de Pemex se agrava con la presión sostenida en las finanzas corporativas. La deuda total se mantiene cercana a los 100,000 millones de dólares; de ella, 17% vence entre julio y diciembre y más de 28% lo hará en menos de un año.
Los pasivos con proveedores y contratistas para el mismo periodo ascienden a 430,540 millones de pesos, 18.8% más que en junio de 2024, muy por encima de los niveles históricos —en 2016, un año atípico por la crisis de los precios del crudo, rondaban 128,200 millones de pesos—. Este rezago golpea a toda la cadena de suministros en el Golfo de México y por lo tanto a esas economías estatales, donde varias empresas del sector corren el riesgo de cerrar operaciones.
Ante esta situación, el Gobierno federal anunció hace unos días que se acudiría ante un fideicomiso internacional para, desde ahí, triangular operaciones con bonos del Tesoro estadounidense, para proporcionar liquidez a Pemex a tasas inferiores a las de mercado. Es una medida creativa y necesaria para proteger a sus proveedores y a miles de trabajadores, y preferible a transferencias presupuestales directas en un año fiscal tan exigente.
Sin embargo, esos recursos representan obligaciones futuras que, aunque queden fuera del balance por criterios contables, no resuelven la duda sobre la sostenibilidad de Pemex sin una reforma profunda en su gobernanza, administración y operación. Entre el deterioro de la refinación y la continua caída en la producción de crudo, el desafío es mayúsculo.