Paulette Dieterlen

Hay veces que, como un vendaval furioso, la muerte arrasa en un instante los árboles más frondosos y bellos, y nos deja ante un campo yermo. Nuestra querida Paulette, si bien llevaba un tiempo padeciendo de sus pulmones, no cejó nunca en su lucha por vivir conforme a lo que sostenía. Era de batalla enjundiosa, y esa es una enseñanza que transforma el carácter. Cada vez que me tiro al ruedo a defender principios, que en estos tiempos es bastante común, pienso en ella. En los últimos tiempos hablábamos mucho por teléfono, a veces todos los días, nos ocupaba la que veíamos como una injusta remoción de un comité tutoral. Estaba indignada de que nos trataran, y sobre todo a ella, de esa manera. Y fue un trago bien amargo cuando nuestros argumentos no prosperaron. La última vez que hablé con ella fue el 10 de noviembre de 2024, lo recuerdo bien porque ese día murió mi padre y Paulette me llamó, no solo para darme el pésame, sino para acompañarme, la llamada duró varios minutos y se los agradezco mucho, conocía bien el papel de la solidaridad y de la importancia del amor propio, que ella tanto subrayaba en su lectura de Rawls. 

Paulette sabía debatir asuntos de justicia con soltura y fuerza. Yo aprendí con ella, primero en esta facultad y después cuando me invitó, años más tarde, a impartir una clase que ella había planeado y que impartió algunos semestres, en el posgrado de economía. No recuerdo ni busqué el título de la materia, lo importante era el contenido: lo importante era enseñarle a los alumnos teorías fundamentales de justicia distributiva: John Rawls, por supuesto, pero también Cohen, Nozick, Kymlika, Walzer, Amartya Sen, Margalit, Nussbaum, Dworkin. Y tantos que se me escapan.

A Paulette le interesaba estudiar cómo alejarnos de la injusticia, su libro “La pobreza: un estudio filosófico” es muestra clara de lo que digo. Comienza con un epígrafe de García Lorca: “El mundo está detenido ante el hambre que asola a los pueblos. Mientras haya desequilibrio económico, el mundo no piensa. Yo lo tengo visto. Van dos hombres por la orilla de un río. Uno es rico, otro es pobre. Uno lleva la barriga llena, y el otro pone sucio el aire con sus bostezos. Y el rico dice: “¡Oh, qué barca más linda se ve por el agua! Mire, mire usted, el lirio florece en la orilla.”Y el pobre reza: Tengo hambre, no veo nada”. Natural.

Paulette nos explica dos dimensiones de la pobreza: la económica y la ética. A la definición económica, plantea, podemos llegar partiendo de la definición de la Comisión de las Comunidades Europeas, que dice: Pobres son aquellas personas, familias y grupos de personas cuyos recursos (materiales, culturales, sociales) son tan limitados que los obligan a estar excluidos de una forma de vida mínimamente aceptable en los Estados en los que viven”. Dicho esto nos advierte: claro, existen varios criterios para definir lo que es “mínimamente aceptable”. La pobreza desde el punto de vista ético está ligada a la falta de autonomía. Nos dice Paulette: la pobreza disminuye la posibilidad de las personas de ejercer su racionalidad, su voluntad, de plantearse fines y de buscar los medios para llevarlos a cabo. Luego nos habla de criterios de distribución y más adelante de un tema que le encantaba: La igualdad frente a la libertad. Nos recuerda que hay quienes piensan, la cito: “que la igualdad precisamente atenta contra la libertad de elección que tienen los hombres y las mujeres”. También hay quienes sostienen que “las demandas de la igualdad provienen de una pasión oculta llamada envidia. Paulette nos explica que no hay tal conflicto: “la libertad y la igualdad no son principios que entren en conflicto, más aún, se complementan. El ejercicio de la libertad permite que todas las demandas deban ser escuchadas y, si es posible, satisfechas. Mientras más posibilidades existan de ejercer las libertades, más garantías tendremos de que los reclamos que provengan de necesidades no satisfechas serán atendidos […] También es necesario abandonar la idea de que la libertad se reduce a las transacciones que podemos hacer en el mercado. Además, debemos recordar que una sociedad con menor grado de desigualdad contribuirá al refuerzo de las libertades básicas. Ambos son ideales políticos que no debemos abandonar”.

En mi generación, muchos fuimos sus alumnos, era difícil superar su juicio académico. Recuerdo cuando presentó mi primer libro académico, sobre la razonabilidad, concepto muy presente en el Rawls de El liberalismo político pero también en Scanlon y en Villoro. Tras terminar sus palabras me lanzó una pregunta: si el aborto era razonable o no y qué debíamos hacer con quienes, con razones no políticas pretenden imponer su prohibición. Me enredé en la respuesta, y miren que no era examen, el libro ya estaba publicado. Entonces ella misma explicó lo que yo quería decir, basándose en lo que estaba escrito. Le gustaba tirar un par de strikes, no para ponchar a sus alumnos sino para sacar lo mejor del bateador. Lo digo en estos términos, para quien no lo sabe, porque le encantaba el béisbol.

El vendaval furioso va dejando paso a la calma. Lamento mucho que Paulette no esté con nosotros pero mírenlo bien, el campo no está tan yermo como puede parecer en un principio.

Este es un fragmento del discurso que leí en la entrega de la Medalla Fray Alonso de la Veracruz a la dra. Paulette Dieterlen, filosofa mexicana imprescindible, pensadora aguda, formadora incansable.

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