Nuestras creencias y la relación con el dinero

Nuestras creencias y la relación con el dinero

Siempre he pensado que nuestra forma de actuar e incluso los hábitos que hemos desarrollado, están fuertemente determinados por nuestras creencias, muchas de ellas inconscientes, y por la manera como vemos el mundo.

Hay personas, por ejemplo, que no les gusta estar endeudadas. Que huyen del crédito como si fuera una plaga y que si alguna vez se ven en la necesidad de pedir prestado, hacen lo posible para pagar de inmediato. Simplemente se sienten muy culpables cuando deben o adquieren cualquier compromiso financiero.

Hay otros que por el contrario viven toda su vida endeudados porque piensan que el crédito no sólo es inevitable sino indispensable. Así, lo utilizan para todo de manera muy liberal.

Estas creencias no son fáciles de cambiar, incluso cuando se adquiere conocimiento y cultura financiera de calidad. Esa es una de las razones por las cuales muchas personas, por más libros que lean y educación que reciban, no logran cambios significativos.

La educación financiera es crucial. No hay duda de eso. Sin embargo, muchas veces se enfrenta a la resistencia de creencias y cosmovisiones profundamente arraigadas. Por eso, modificar nuestros hábitos financieros puede ser muy difícil.

Por ejemplo, alguien que ha crecido viendo a sus padres perder mucho dinero con las inversiones, puede desarrollar una aversión profunda al riesgo, independientemente de cuánta educación financiera reciba.

Algunas veces he hablado en este espacio acerca de mis dos educaciones financieras, que contrastaban. Mi padre siempre fue un desastre con el dinero, daba cheques sin fondos y se estresaba cada vez que llegaba el estado de cuenta de las tarjetas. A veces se esforzaba para cubrir el pago mínimo.

Mi abuelo en cambio era muy ordenado. Hacía un presupuesto, no tenía deudas, cuando usaba sus tarjetas de crédito las pagaba en su totalidad y tenía un patrimonio que, si bien no era muy grande, fue suficiente para que él y mi abuela vivieran el resto de sus días con el mismo nivel de vida que tenían.

Ese contraste definitivamente influyó en mi vida. Sin embargo, tuve que aprender muchas otras cosas. Mi abuelo tenía fuerte aversión al riesgo, porque le tocó vivir dos guerras, emigrar, perderlo todo y empezar de nuevo más de una vez. Eso lo hizo ser muy conservador en sus inversiones. Afortunadamente, eso no tuvo mayor influencia en mí. Si acaso, me inspiró a tratar de entender más acerca de ese mundo.

En fin. Hay muchos estudios que demuestran la influencia de las características familiares en el comportamiento financiero de los individuos. De hecho, las personas cuya familia tiene un mayor nivel educativo y discuten temas financieros en el hogar, tienden a exhibir mejores prácticas financieras en su vida.

Pero no es sólo la familia. La influencia cultural también juega un papel crucial. En Estados Unidos, por ejemplo, a la gente le gusta presumir su riqueza: la acumulación es vista como una señal de éxito y estatus. Hay personajes públicos a quienes les encanta llamar la atención. En otros países, en cambio, se valora más la privacidad y la discreción.

Por todo eso, la verdadera educación financiera es más que simplemente entender conceptos financieros (que son muy importantes). Es la capacidad de aplicar ese conocimiento en la vida diaria para tomar decisiones informadas.

Si queremos transformar nuestra relación con el dinero, necesitamos también comprender y retar las creencias subyacentes que han moldeado nuestras actitudes acerca del dinero a lo largo de los años. Eso implica entender su origen.

Por ejemplo, si una persona tiene aversión profunda al crédito debido a experiencias pasadas (o familiares) es crucial identificar y aceptar que esta aversión está más basada en emociones que en hechos objetivos.

Una vez reconocidas, estas creencias pueden ser retadas mediante la educación financiera y la exposición a nuevas ideas. Así, podemos adoptar una mentalidad más abierta y flexible hacia el dinero. Esto nos permitirá tomar decisiones más informadas y estratégicas con respecto a nuestras finanzas y mejorar de manera significativa nuestro bienestar en el largo plazo.

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