No son todos y no tienen todo el poder
Hay señales inequívocas de desgaste, de sordera, de torpeza, de incapacidad para entender dónde se encuentran y porque en diversos ámbitos de la vida pública, las cosas no van bien para la 4t.
En estas semanas se ha hecho evidente un fenómeno que no se veía hace muchos años por no decir que era inexistente en México: la emigración de los más pudientes de nuestro país a España y a Portugal. La perdida en inversiones, qué si se hicieron allá, para poder conseguir su visa o residencia, se calculan en alrededor de 60 mil millones de pesos. Habida cuenta de la perdida de cerebros, de capital humano de altísima especialización y experiencia y de imaginación creativa para la producción y la generación de riqueza. La mayoría de los chairos verán esto hasta con gusto, sin darse cuenta que esa población que ha emigrado o tiene ya puesto un píe en otro país, son el motor que genera impuestos, para sostener clientelas, para proveer servicios y para hacer viable al país. Los demás somos de una u otra forma empleados de aquellos. Así funciona el capitalismo y que bien.
En otro ámbito, aunque se ha dicho hasta el cansancio, la pésima reacción previo, durante y posterior a la marcha del fin de semana pasado por la generación Z, muestra una incapacidad y un desgaste discursivo lamentable. Primero juzgando la honestidad y calidad moral de los convocantes, luego achacándole el origen de la marcha a fuerzas externas e internacionales y luego acusando a la marcha de promover la violencia, cuando hay sospechas fundadas de que es, desde dentro de Morena, que la violencia fue promovida para amedrentar y desincentivar la participación futura en nuevas marchas.
Mención especial merece el comportamiento de la corte en estas semanas. Por 8 votos contra uno (ya imaginará usted de quien . . . exacto, Lenia Batres), a principios del mes, la Corte desechó un asunto fiscal en el que el gobierno reclamaba el pago por parte de FEMSA de 2,868 millones de pesos. La semana pasada por presiones de la misma ministra, la corte se desdijo de su inicial resolución y volvió a abrir el asunto. El asunto es grave, en si mismo, pero desde la perspectiva jurídica es una tragedia, un frankestein, una imbecilidad pues. Acaba con el principio de que la Corte es la última instancia y que juzgado un asunto ya se considera cosa resuelta y ya. Pero más grave aún, acaba con la seguridad jurídica. Ahora resulta que no solo estamos a merced de lo que la autoridad dicte, porque no hay a quien reclamarle pues el sistema judicial está impuesto por el gobierno, sino que ahora estamos ante la posibilidad de qué en la suprema corte, se resuelva un asunto y a la semana siguiente porque a alguien le conviene, se vuelva a abrir. Con ese antecedente la vida jurídica en México estaría liquidada. La inversión imposible de garantizarle sus derechos, los inversionistas corriendo a otros países y todos nosotros en la orfandad más absoluta, dependiendo de la voluntad de una sola persona o de un solo grupito.
Finalmente, y esto me parece preocupante, he de referirme al pésimo manejo que se le ha dado a los bloqueos que harán en las principales carretera los transportistas y productores agrícolas en 24 puntos estratégicos, en demanda de mayor seguridad en las carreteras, combate a la extorsión al transporte y a productores, mantenimiento de carreteras y resolución de trámites ante la secretaria de comunicaciones, infraestructura y transportes.
Y dale con la cantaleta, que si están manejados, que si es Salinas Pliego quien los financia, que si la oposición que si fuerzas oscuras. En vez de afrontar cada problema en su complejidad y en su origen, siguen con la idea de que es cargándole a alguien la culpa como se arreglará el asunto.
En todo lo mencionado a lo largo de este texto, lo que hila sin duda a estos asuntos, es la impunidad infinita, por las complicidades criminales que existen entre el poder político y la delincuencia, no importando la forma en la que se presente. Como se creen que ellos son todos y los únicos; con un poder infinito, han decidido no poner límites a su infinita y comprobada torpeza colectiva. Nada más, pero nada menos, también.
