Neurotecnologías y su impacto en el reordenamiento mundial: Perspectivas para México y sus alianzas internacionales
El poder ya no se mide solo en armas o datos, sino en sinapsis.- Anahiby Becerril
En plena era digital, el nuevo campo de batalla geopolítico no está ya en el ciberespacio: está en la mente humana. Las neurotecnologías —esas herramientas capaces de leer, estimular o incluso alterar la actividad cerebral— han dejado de ser una promesa científica para convertirse en una realidad política. Hoy, estas tecnologías no solo transforman la medicina o el aprendizaje, sino que están reconfigurando las dinámicas de poder entre Estados, empresas y personas.
Lo que está en juego es claro: el conocimiento neurocientífico se ha convertido en un nuevo eje de poder. Y ese poder redefine todo, desde cómo se diseñan las estrategias de defensa hasta cómo se negocian los acuerdos internacionales. Estados Unidos, China y la Unión Europea ya lo han entendido. Han incluido la neurociencia aplicada en sus planes de seguridad nacional, innovación tecnológica y competitividad global. Así, emergen nuevos conceptos como la soberanía cognitiva, que plantea preguntas urgentes: ¿quién controla nuestros datos cerebrales?, ¿quién decide si es legítimo intervenir en los pensamientos?, ¿y qué pasa cuando esas decisiones las toma una empresa extranjera o un algoritmo?
Su uso puede ser terapéutico, educativo o lúdico, pero también pueden ser empleadas para manipular emociones, condicionar conductas o vigilar a poblaciones enteras. Así lo muestran iniciativas como el BRAIN Initiative en EE.UU., EU Brain Project o el China Brain Project (CBP), que combinan objetivos científicos y estratégicos. El resultado es una nueva forma de competencia internacional: la neurotecnopolítica.
México no está fuera de este mapa. Como potencia emergente, tiene la oportunidad de tomar decisiones estratégicas. Puede elegir entre observar esta transformación global o participar activamente en su dirección. La iniciativa de Ley General de Neuroderechos y Neurotecnologías, presentada en el Senado en 2024, representa un primer paso valioso. Reconoce derechos como la privacidad mental y la libertad cognitiva, basada en gestión de riesgos, ciberneuroseguridad e impulsa mecanismos de supervisión. Pero su éxito dependerá de que se implemente con visión integral y se articule con el derecho internacional de los derechos humanos.
Además, las neurotecnologías deben ocupar un lugar en los acuerdos multilaterales de México. El T-MEC, por ejemplo, podría incorporar estándares sobre protección transfronteriza de datos neuronales, ciberneuroseguridad y dispositivos cerebrales. A la vez, México podría impulsar un Protocolo Interamericano sobre Neurotecnologías y Derechos Humanos, generando alianzas estratégicas con la OEA, UNESCO o la OCDE.
No es exagerado decir que los riesgos son tan altos como las oportunidades. Desde el uso militar de estas tecnologías hasta su aplicación en cárceles o empresas, sin marcos adecuados podríamos enfrentar escenarios de control social disfrazado de innovación. Y lo más delicado es que muchas de estas tecnologías operan sobre lo invisible: pensamientos, emociones, decisiones. Lo invisible, si no se regula, se convierte en espacio fértil para el abuso.
México necesita anticiparse. Fortalecer sus capacidades regulatorias, formar talento diplomático y científico, y pensar la tecnología desde el sur global, con una mirada ética y justa. Esta autora considera que nuestro país puede contribuir al diseño de un nuevo contrato social tecnológico, uno que ponga a la dignidad humana en el centro, sin frenar la innovación, con una gobernanza con conciencia.
Porque el reordenamiento mundial no se decidirá solo en los laboratorios. También se decidirá en las normas que sepamos construir desde la mente… y con responsabilidad.
“Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad exclusiva del autora.”
*La autora es Doctora en Derecho y Globalización, especialista en ciberseguridad, derechos humanos y tecnologías emergentes. Consultora y académica, cuenta con posgrado en IA y Derecho por la Universidad de Buenos Aires, así como diplomas en IA & Derecho, Legaltech y transformación digital, por la Universidad Complutense de Madrid. Es asociada COMEXI, profesora en diversas instituciones de educación superior y egresada de la Universidad de las Américas Puebla.