Muere Francisco, el Papa que llegó del fin del mundo
Jorge Mario Bergoglio, un argentino ajeno a las principales quinielas papales, se asomó al balcón del Palacio Apostólico del Vaticano el 13 de marzo de 2013. En un italiano con fuerte acento porteño y una socarronería típica de sacristía, presentó sus credenciales a una plaza de San Pedro abarrotada. “Sabéis que el deber del cónclave era dar un obispo a Roma. Parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo al fin del mundo. Pero aquí estamos”. El fin del mundo no era solo un lugar remoto, también una metáfora de lo alejada que podía encontrarse su concepción de la Iglesia universal de los postulados exhibidos por sus predecesores. Anunciaba revolución, pasión y enormes cambios. Doce años después de su llegada, Bergoglio ha fallecido en Roma. Hoy podría decirse que el Espíritu Santo ha dado por concluidas sus reformas. Y la historia y sus sucesores marcarán ahora el grado de irreversibilidad y de profundidad de la transformación impuesta por el 266º pontífice de la Iglesia católica.