Mi hermana Isabel (fallecida)
En el cuarto grado de la escuela primaria, la alumna Isabel se destacó muchísimo en el aprendizaje de los algoritmos para las operaciones aritméticas de multiplicación, división y cálculo de la raíz cuadrada. La maestra Cristina (Miss Cristi) le cobró inmenso afecto y reconocimiento. ¡Cuál no habría sido la inmensa decepción de aquella docente “cuadrada”, cuando dos años después yo llegué a su atención como discípulo! ¡Y cómo explicarle a aquella profesora rutinaria, que, en ese momento de mi vida, a mí los cocientes de las divisiones y las raíces cuadradas me importaban una pura y dos con sal! (¡A mí lo único que me importaba entonces era el fútbol, en su expresión argentina!).
Más adelante, al egresar de la prepa y matricularse en la UNAM, ella y una amiga entraron en contacto con un grupo de estudiantes varones al que le llamaban “Los toficos” (por aquello de lo ricos que eran). Y entre los integrantes de aquella peña se destacaban los ya muy tortuosos Carlos Salinas y Manuel Camacho. En algún momento, a Isabel le afloraron dudas y el temor sobre aquellas relaciones humanas peligrosas, y decidió desertar.
Encontró refugio en la Ibero, en la aparentemente inocua carrera de Historia del Arte. Pero en esos cursos también se destacó muchísimo, y el prócer del programa (padre López Moctezuma) la designó para impartir cátedra en otra carrera (mediocre) a la que yo había ingresado. ¡Imagínese el lector el conflicto de intereses! Asistía elegantísima a impartir sus clases y recolectó también muchos elogios intelectuales. Solo saqué otro 10 en aquella carrera, por conducto del muy brillante abogado Sergio Valls Hernández, a cargo del curso en Derecho Mercantil.
Ya a nivel de posgrado, tal vez con la intercesión de Enrique Krauze, ingresó a la única licenciatura en El Colegio de México. Yo hice lo propio poco tiempo después, pero al programa de maestría en Economía. Quiso la fortuna (o la desgracia) que los alumnos de ambos programas confluyéramos en el muy demandante curso de Macroeconomía que impartía el muy meticuloso docente Carlos Roces (con justicia, respetadísimo en el Colmex). Se presentó el primer examen parcial, e Isabel no solo me superó a mí en la calificación, sino a muchos de mis compañeros de Economía, con una supuesta ventaja comparativa sobre los condiscípulos de “internacionales”. Y al concluir aquel reto, resultó que mi hermana entendió mejor que yo y que varios otros de mis condiscípulos cómo se llegaba al equilibrio macro mediante el acomodo de las variables de ajuste.