México sigue aquí, pero no basta con resistir
Pistas de aterrizaje
Estamos cerca de cruzar la mitad de 2025 y, a pesar de las preocupaciones y los miedos con que iniciamos el año, México sigue aquí. El regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos no se ha traducido —aún— en una ruptura del T-MEC, el colapso económico no llegó, la frontera norte no estalló en una crisis de deportaciones masivas y, a pesar de nuevas medidas arancelarias, nuestro país sigue siendo el principal socio comercial de EU.
No estoy sugiriendo que cantemos victoria, o que estemos fuera de todo peligro. Mucho menos estoy apuntando a que debamos conformarnos con el estado actual de las cosas. Pero me parece que es muy importante reconocer que la economía mexicana ha mostrado una notable resiliencia, incluso en un entorno global complejo, con tensiones geopolíticas, disrupciones en cadenas de valor, inflación importada y señales de desaceleración mundial. De hecho, las exportaciones manufactureras crecieron en el primer trimestre del año, la inflación parece estar más o menos controlada y, a falta de que se confirmen las cifras, parece que el primer trimestre de este año registrará inversiones considerables.
Pero aunque todo esto es muy bueno, no podemos confundir resistir con avanzar. México no puede limitarse a aguantar el temporal. En la segunda mitad del año tendremos que tomar decisiones estratégicas para transformar la resiliencia en proyección. Aunque hay muchos temas que tienen que fortalecerse, destaco dos que me parecen absolutamente trascendentales: el fiscal y el T-MEC.
Para este 2025, el país presupuestó un déficit fiscal de 3.9 puntos del PIB. Este desbalance, alimentado por compromisos sociales y proyectos de infraestructura, comienza a generar inquietud legítima entre inversionistas y analistas. Aunque el peso ha resistido relativamente bien y la inflación se mantiene contenida, no hay mucho margen de maniobra.
Corregir el rumbo no implica necesariamente ajustes muy drásticos, pero sí requiere que para el 2026 se prepare un presupuesto con sentido estratégico, asignando recursos con visión de largo plazo y usando el gasto público como motor de crecimiento y empleo. Si México quiere mantener su atractivo frente a economías como India o Vietnam, debe mostrar que puede crecer sin perder disciplina fiscal. “Cuadrar” el presupuesto no es un tecnicismo: es una condición para mantener la estabilidad.
Igualmente, de cara al segundo semestre de este año, el otro tema que generará mucha actividad son los preparativos para la revisión del T-MEC. Creo que a estas alturas ya todos asumimos que la revisión comenzará antes, no sólo por las señales que escuchamos de Washington, sino también porque es urgente tener certidumbre sobre las reglas que aplicarán al trilateral.
Desde mi perspectiva, pienso que nuestra prioridad no debe limitarse a “evitar aranceles”, aunque esto es ciertamente el centro de toda la estrategia. Debemos aprovechar la oportunidad para profundizar el acuerdo en temas como cadenas de suministro, comercio digital e inteligencia artificial, por mencionar algunos. También debemos frenar la normalización de medidas comerciales por “seguridad nacional” —como las que ya afectan al acero, aluminio y automóviles— que minan la lógica del propio tratado.
Podemos también anticipar que EU buscará regular nuestra relación con China a través del T-MEC, México debe tener una posición estratégica clara: una autonomía inteligente que proteja nuestro espacio de desarrollo y de política industrial, pero sin poner en riesgo la integración regional.
Estoy convencido de que, al final, estaremos bien y que el país saldrá adelante, ya que México cuenta con fortalezas que nos permiten resistir estos continuos golpes de incertidumbre. Pero el tiempo apremia: la primera mitad del año fue una prueba de resiliencia; la segunda, lo será de estrategia.
Resistir ha sido un mérito. Avanzar ahora es una imperiosa necesidad.