Los zapatos eran de alguien

Corrió como llama en gasolina la foto de cuatrocientos zapatos abandonados en el rancho Izaguirre, en Teuchitlán, Jalisco. Se dijo que pertenecieron a víctimas exterminadas e incineradas en el lugar. La Jornada y varios personajes allegados a la transformación desmintieron al son de: no había hornos, aquel no era un campo de exterminio, era solo un rancho de adiestramiento. El senador Fernández Noroña dijo al respecto: “se les cayó lo del rancho. Ahora están diciendo que hay otros lugares de exterminio. Quedó claro que no es un campo de exterminio […] Pueden seguir buscando y buscando. Ya se permitió el acceso y ya se cayó la versión. Ya ni para qué hablar de eso”.

Para saber lo que sucedía ahí, habrá que esperar la investigación, si es que en México tiene sentido esperar los resultados de una investigación. Entretanto un dato, El País publicó que tuvo acceso a un estudio realizado por la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación del Gobierno de México, en el que se afirma que: “en las imágenes satelitales analizadas, las cenizas aparecen exactamente en los mismos lugares del rancho, donde familiares de personas desaparecidas denunciaron, a principios de marzo, el hallazgo de crematorios clandestinos de personas, tras la aparición de cientos de fragmentos de hueso en el lugar”.

Campo de exterminio o no, el asunto de fondo es otro: hay 400 zapatos abandonados que alguna vez un joven se puso por última vez, antes de salir esperanzado a una cita de trabajo. Por ejemplo, Abisaí Aguilar Padilla, según reporta Roberto Zamarripa que cita una nota de Mural, “fue reportado como desaparecido. Ocho meses después apareció preso en el penal de Puente Grande. Lo había reclutado el narco. Jenny, su madre, dice que Abi fue en julio a la Central Camionera de Guadalajara atraído por una oferta de empleo de redes sociales. “Es un niño tranquilo; su único error fue aspirar a un empleo bien pagado y el deseo de poderme dar a mí y a su hermana una vida mejor, pero fue engañado y ahora esas personas que lo secuestraron y lo maltrataron están libres y él en la cárcel””. Uno de los pares de zapatos podría ser de él. Cierto, no lo mataron, pero exterminaron su futuro.

Los 400 zapatos son reflejo de un país que, por más que dé becas a algunos jóvenes, no logra darles oportunidades para vivir dignamente, para realizar sus sueños. La deuda de México, sociedad y gobierno, es con las oportunidades. Los jóvenes tienen poco acceso a vivienda, a educación adecuada, a empleo con salarios aceptables. Más allá de la polémica semántica, ese rancho es un espejo de nuestra realidad. Piensen a cuántas personas les quedan esos zapatos, piensen en quienes los dejaron atrás, quizá para yacer en una fosa común o para jalar el gatillo de un arma que no querían empuñar, víctimas obligadas a ser verdugos. Vaya realidad.

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