Los migrantes que no llegaron, el número de muertes en tránsito crece

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Las muertes y desapariciones de personas migrantes no se concentran en un solo punto, pero ciertos territorios sobresalen por la magnitud de la tragedia. Libia encabeza la lista como el país con más muertes registradas en tránsito, concentrando una proporción alarmante de ahogamientos: el 74% de los fallecimientos ocurrieron en el mar. Esto se debe a su posición como punto de partida hacia Europa a través del Mediterráneo central, una de las rutas más letales del mundo. Pese a la presencia de patrullas europeas y el financiamiento a la Guardia Costera libia, las embarcaciones siguen zarpando sin condiciones mínimas de seguridad. En Irán , el 100% de los migrantes fallecidos eran originarios de Afganistán , lo que evidencia la magnitud del colapso humanitario y de seguridad tras el retorno al poder de los talibanes desde 2021. Muchas personas intentan cruzar hacia Turquía o países del Golfo en condiciones extremadamente peligrosas, expuestas a violencia estatal y tráfico de personas. Myanmar también aparece como uno de los países más afectados: el 98% de las víctimas registradas eran de nacionalidad birmana. Desde el golpe militar de 2021, la violencia generalizada fuerza a miles a huir, especialmente a través de rutas marítimas hacia Tailandia, Malasia o Bangladesh. En Túnez , aunque se trata principalmente de un país de tránsito, los orígenes de las personas fallecidas son diversos. Sin embargo, en el 63% de los casos, la nacionalidad no pudo determinarse, lo que revela las limitaciones en los registros y la falta de identificación de cuerpos en muchos de estos naufragios. El país se convirtió en un punto clave en la ruta hacia Europa tras los acuerdos de control migratorio firmados con la Unión Europea. En Estados Unidos , más de la mitad de los migrantes fallecidos no fueron identificados por nacionalidad. Entre quienes sí se logró registrar, el 27% eran mexicanos , el 14% guatemaltecos y el 2% hondureños . La frontera sur de Estados Unidos es aún un escenario de muertes por deshidratación, ahogamientos en el Río Bravo, accidentes y violencia, especialmente en medio del reforzamiento de políticas de detención y deportación. Más allá de las rutas, los contextos de origen también son determinantes: persecuciones, crisis económicas, conflictos armados y falta de vías legales obligan a miles a arriesgar la vida, en un sistema que prioriza la contención sobre la protección.
Hombres, los más afectados
Sobrevivientes

De acuerdo con los datos desagregados por género y edad, los hombres son la mayoría de quienes migran, lo cual se alinea con tendencias globales. También representan la mayor proporción de muertes durante la ruta. Por ejemplo, en Asia del Sur se registró la muerte de 1,154 hombres, en contraste con el fallecimiento de 169 mujeres y 148 niños; en el Mediterráneo, 493 hombres murieron frente a 143 mujeres y 114 infantes. El proyecto Missing Migrants documenta las pérdidas humanas en las rutas migratorias y los casos en los que las personas logran ser rescatadas. En 2024, se registraron 13,911 sobrevivientes en distintas regiones del mundo. Las Islas Canarias, Túnez y Libia son algunos de los puntos con mayor número de sobrevivientes, con 2,641, 2,263 y 1,749 casos respectivamente. La presencia de operaciones de rescate en estas zonas responde a distintos factores: por un lado, la presión de organizaciones internacionales y la sociedad civil obliga a algunos gobiernos a mantener patrullajes marítimos; por otro, las rutas migratorias evolucionan en respuesta a nuevas restricciones fronterizas, lo que llevó a un aumento de incidentes en ciertos corredores. Sin embargo, ser rescatado no garantiza seguridad inmediata. Muchos de los sobrevivientes quedan expuestos a detenciones prolongadas, deportaciones aceleradas o condiciones precarias en centros de acogida. Los datos reflejan una crisis humanitaria global. Las políticas de contención, los discursos criminalizantes y la falta de rutas seguras cobran miles vidas, indica la agencia de Naciones Unidas. Esta no es solo una tragedia repetida: es una responsabilidad compartida, de acuerdo con la OIM.
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