Los diez principios del inversionista inteligente (Parte 2 de 4)

Los diez principios del inversionista inteligente (Parte 2 de 4)

Invertir con inteligencia es el arte de construir un portafolio de inversión diversificado de tal manera que, respetando tu tolerancia al riesgo, pueda maximizar el rendimiento dentro de tu horizonte de inversión. Esta definición contiene en sí misma varios de los principios más importantes.

Para entenderlo mejor, imagina que estás construyendo un equipo ganador de tu deporte favorito. Se trata de encontrar la combinación ideal de jugadores, que equilibren talento, experiencia, juventud, frescura y potencial. Que puedan ejecutar mejor tu plan de juego.

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Por otro lado, ese plan debe ser equilibrado. No se trata nada más de atacar o jugarte todo en una carta: eso te expone y te hace vulnerable. Tampoco debes enfocarte exclusivamente en defender.

El objetivo del equipo no es ganar sólo un juego sino llegar – y conquistar – la final. Lo cual me lleva al primer principio:

1. Nunca inviertas sin un objetivo claro.

Aunque parezca mentira, hay muchas personas que quieren invertir pero no tienen un objetivo en mente. Simplemente quieren “generar ganancias” o “hacer crecer su dinero”, pero no tienen claro para qué.

Entonces es imposible que puedan diseñar un portafolio de inversión adecuado. Porque es muy distinto invertir dinero que podríamos necesitar en cualquier momento (como el fondo para emergencias), dinero que estamos ahorrando para pagar el enganche de un departamento dentro de tres años, o dinero que no tocaremos hasta nuestro retiro, dentro de 30 años.

En cada uno de estos casos, el portafolio de inversión adecuado sería completamente diferente.

Tener un objetivo claro nos ayuda también a entender nuestro horizonte de esa inversión, que es otro componente clave.

Es válido tener más de un portafolio de inversión, aunque hay que cuidar no fragmentar demasiado. Menos es más.

En mi caso particular, tengo dos portafolios centrales de inversión:

• Uno de corto plazo y alta liquidez, donde guardo mi fondo para emergencias y que también uso para objetivos de corto plazo (debidamente etiquetados en mi plan de gastos, así que siempre sé exactamente cuánto tengo para cada categoría).

• Otro de largo plazo (generación de patrimonio, ahorro para el retiro), que como expliqué en la columna anterior, es extremadamente simple: un sólo ETF indexado global de muy bajo costo.

Ninguno de estos dos portafolios requiere mantenimiento, manejo activo ni mucha atención de mi parte. Sólo contribuciones regulares, constancia, consistencia y disciplina. Enfoque en el objetivo, no en el ruido de los mercados financieros.

2. Nunca perseguir rendimientos (primero el riesgo, luego el rendimiento).

Comprender esto es absolutamente esencial: lo más importante en inversiones es entender y controlar el riesgo.

La teoría de portafolios está basada en esto: se trata de construir un portafolio de inversión tal que, dado el nivel de riesgo máximo que queremos asumir, nos pueda ofrecer el mejor rendimiento esperado.

En otras palabras: primero controlamos el riesgo, luego buscamos el rendimiento. Nunca al revés.

Lamentablemente la mayoría de las personas hacen exactamente lo contrario: persiguen rendimientos y desconocen (o ignoran completamente) los riesgos. Por eso les va mal.

3. Diversifica con propósito.

Muchas veces se dice que diversificar es simplemente “no poner todos los huevos en la misma canasta”. Pero hay que hacerlo con estrategia.

En este contexto, los “huevos” representan tu dinero y las “canastas” son las distintas clases o tipos de activos.

Como he explicado en varias ocasiones, en realidad sólo hay tres grandes clases de activos (o maneras de invertir nuestro dinero):

a) Prestarlo a alguien más, quien se compromete a pagar intereses de manera periódica a una tasa que puede ser fija o variable y devolvernos nuestro capital después de cierto tiempo (instrumentos de deuda).

b) Invertir en negocios (instrumentos de capitales) – como las acciones de empresas sólidas y líderes en el mundo.

c) Invertir en bienes que tengan potencial de apreciarse – como obras de arte, metales preciosos, activos virtuales entre otros (commodities).

Diversificar con propósito, con inteligencia, es elegir una mezcla de activos que sea consistente con nuestro horizonte de inversión, pero que también sea adecuada con nuestra tolerancia al riesgo.

Por ejemplo: aún si tienes una alta tolerancia al riesgo, tu fondo para emergencias debe estar invertido exclusivamente en instrumentos estables, muy poco volátiles y de alta liquidez. La prioridad no son los rendimientos (aunque sí debes cuidar el poder adquisitivo de ese dinero).

De la misma forma, si tienes un horizonte de muy largo plazo (por ejemplo, ahorro para el retiro), no tiene sentido invertir todo tu dinero en Cetes a 28 días. Necesitas incorporar instrumentos que, aunque tengan más volatilidad en el corto plazo, puedan generar un mucho mayor potencial de rendimiento en plazos mayores. Eso sí: en una proporción que te haga sentir cómodo (controlar el riesgo de tu portafolio).

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