Los chips reescriben el mapa geopolítico global
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San José, California – La afirmación de que los chips son el petróleo de esta época es algo que repiten los especialistas en semiconductores y se trata de una frase que no se debe tomar a la ligera. Estos componentes han transformado todas las facetas de la vida, son parte vital de la economía y también juegan un papel fundamental en la política internacional. “Esto va más allá del impacto tecnológico”, afirmó Chris Miller, autor del libro Chips War. La lucha por la tecnología más crítica del mundo , durante su participación en el Direct Connect de Intel, donde resaltó que no sólo los líderes de las empresas de IA más grandes del mundo están invirtiendo en estos recursos, ya que los gobiernos de todo el mundo también son conscientes de su relevancia.
Una industria sin fronteras
“Los gobiernos se dieron cuenta de que los semiconductores no eran simplemente importantes para desarrollar productos o aplicaciones de negocio. También lo son para el poder militar. Los primeros chips que se inventaron fueron desplegados en aplicaciones de defensa”, destacó y por ello ahora son un tema de seguridad nacional. Para los gobernantes, señaló el especialista, es un desafío enfrentar este panorama ya que están acostumbrados a regular, controlar y dictar sobre lo que sucede dentro de sus límites, pero esta industria “trasciende fronteras (…) los chips son un producto tan complejo que requieren una cadena multinacional”. Por ello, aunque los políticos hablen de alcanzar la autosuficiencia en sectores manufactureros, la realidad es que cuando se habla de semiconductores es algo prácticamente imposible y, por lo tanto, se debe optar por la resiliencia en la cadena de suministro. “En los últimos años hemos visto muchos gobiernos en Asia, en América del Norte y en Europa enfrentarse con las realidades de una cadena de suministro tan compleja, que sólo así comienzan a entender que la autosuficiencia no es algo que pueden lograr”, comentó Miller. Y es que al mirar las cadenas de suministro, algo básico como los minerales necesarios para iniciar la fabricación de chips, provienen de países asiáticos, mientras que las máquinas de fotolitografía se fabrican en Europa y las piezas se ensamblan en diferentes zonas del mundo. De acuerdo con el Centro de Seguridad y Tecnología Emergente de la Universidad de Georgetown, el 96% del diseño de los chips a nivel mundial se desarrolla en Estados Unidos, pero mayoría de las fábricas se encuentran en Corea del Sur, China y Taiwán, al igual que las pruebas de pruebas y empaquetado. Tal concentración de la cadena productiva en Asia ha generado preocupación en Estados Unidos y Europa, especialmente tras las consecuencias de la pandemia, evento que demostró la fragilidad y dependencia de la industria a algunas empresas que se encargan de ciertas máquinas críticas.
La neerlandesa ASML, por ejemplo, es la compañía que domina el campo de la fotolitografía. Es decir, la mayoría de las fabricantes, como TSMC, Samsung o Intel, recurren a ella para adquirir las máquinas que dibujan las microarquitecturas de los chips. Sin embargo, una interrupción en sus entregas representa grandes retrasos para toda la industria. A pesar de este contexto en donde es necesaria la diversificación de la cadena de suministro, políticos como el secretario de Comercio de los Estados Unidos, Howard Lutnick, han hecho hincapié en que su país debe ser el productor de su propia tecnología. Durante una entrevista hace un mes, Lutnick dijo que la administración Trump está analizando cómo recuperar el liderazgo en la fabricación de chips, pero también señaló que Estados Unidos debe “ser capaz de protegerse a sí mismo”. En ese sentido cuestionó la razón por la cual la electrónica estadounidense está construida principalmente en Taiwán. “Todos tenemos nuestros iPhones, que nos encantan. ¿Por qué tienen que estar hechos en Taiwán y China? ¿Por qué no se pueden hacer con robótica de Estados Unidos? ¿Y sabes lo que ha dicho Donald Trump? Se van a hacer en Estados Unidos”, dijo. De acuerdo con Miller, las posturas que priorizan la producción local y única por parte de los gobiernos responde a que ahora los semiconductores interseccionan con la seguridad nacional en todo el mundo. Según su perspectiva, cada economía está expandiendo la definición de seguridad económica y seguridad nacional. Por ello, cuando los semiconductores están involucrados, los gobiernos van a defenderlos bajo el argumento de la seguridad, lo que hace que la resiliencia de la cadena de suministro sea aún más difícil, explicó. México, por ejemplo, es un país que históricamente no había formado parte principal de la industria de los chips. Si bien cuenta con una tradición en las pruebas y el empaquetamiento, sólo hasta ahora el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum se ha planteado la idea de levantar una fábrica de semiconductores en el país. “Cuando publiqué Chips War hace tres años, argumenté que los semiconductores eran la clave para el poder e influencia en el mundo moderno. La prosperidad económica, el poder militar, la supremacía tecnológica, todo dependía del acceso a los semiconductores más avanzados”, concluyó Miller. “Y en estos tres años desde entonces eso ha sido más que cierto, tanto por el rol de los semiconductores en la elaboración del sistema de la IA más avanzada, pero también por su papel central en cómo los gobiernos piensan la competencia tecnológica”.
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