Liderar es incomodar: El caso de Fátima Bosch
Aún no se realiza Miss Universo 2025 y la tabasqueña Fátima Bosch, representante de México para el certamen de belleza, ya ganó algo muy valioso: el respeto de muchos, porque se atrevió a incomodar a un sistema que no tolera cuando alguien se defiende con dignidad. Uno que prefiere que te calles ante los cuestionamientos.
Y es que durante los preliminares del certamen, el organizador Nawat Itsaragrisil presuntamente llamó “tonta” Fátima, ante lo cual la mexicana no se quedó callada. Respondió, se defendió y lo hizo con educación. Sin embargo, él quiso retirarla del lugar con el equipo de “seguridad”. Y ahí es donde empieza lo que realmente importa.
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Porque esto ya no es un tema de reinas de belleza. Es un tema que, si lo miramos en perspectiva, nos habla de lo que pasa cuando alguien se atreve a decir “esto no está bien”, en un escenario donde se espera que solo sonrías, asientas y agradezcas.
Y lo vi tantas veces en el mundo corporativo, que ya ni me sorprende. No te sacan con seguridad, pero te hacen sentir fuera de lugar; te etiquetan; te meten a la congeladora, te silencian en reuniones o te excluyen de decisiones. Te marcan como “conflictivo” o “difícil”, solo por decir lo que todos piensan… pero nadie se atreve a decir en voz alta.
Y sí, ser incómodo tiene costo, y muy alto, por cierto. No porque estés equivocado, sino porque pones en evidencia lo que muchos prefieren mantener oculto: el abuso de poder, la doble moral, el trato injusto detrás de la fachada impecable, el desgaste de los equipos, los objetivos absurdos, o incluso lo más obvio: que hay procesos que no funcionan y generan puro retrabajo.
Fátima no interrumpió el evento: interrumpió la narrativa. Y eso, en muchos sistemas diseñados para proteger privilegios y egos frágiles —como el de Nawat, que exponía su poder de forma grotesca— es más grave que cualquier falta.
Lo vemos todos los días en las empresas: cuando quien defiende a su equipo es “el complicado”. Cuando la que se niega a normalizar la sobrecarga es “la emocional”. Cuando quien hace preguntas incómodas es “el que no sabe trabajar en equipo”.
Y así funciona el sistema: te empujan al límite… y cuando respondes, te castigan por reaccionar.
Por eso ser un Líder Incómodo no es una moda. Es una decisión. Es saber que, por hacer lo correcto, a veces vas a perder visibilidad, promociones o incluso respaldo. Pero también es entender que lo contrario —callarte cuando algo arde por dentro— es una forma más lenta y dolorosa de perderte a ti mismo.
Eso sí: tenemos que aprender a incomodar bien. Incomodar retando, no quejándonos. Preguntando, no señalando. Proponiendo, no destruyendo. Pero sobre todo: no callando.
Yo no conozco personalmente a Fátima Bosch. Pero sí reconozco a la líder que no se dobla, aunque la presión sea pública. A la mujer que no aceptó una falta de respeto solo porque venía de alguien con poder. A la persona que prefirió ser incómoda… antes que ser cómplice.
No la sacaron por tonta. La sacaron porque dijo lo que muchos callan. Y en un mundo donde incomodar es peligroso… eso también es liderazgo. Y para mí, Fátima ya ganó.
