Liderar ante la crisis, entre jefes ‘en llamas’ y líderes estratégicos

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Septiembre en México no solo huele a polvo y concreto, también a memoria, solidaridad y resiliencia. Los sismos de 1985 y 2017 marcaron un punto de inflexión en la historia, no solo por lo que se cayó, sino por lo que salió a la superficie: el liderazgo genuino no se ejerce desde un escritorio, se arremanga la camisa, actúa y sostiene cuando todo se cimbra.

Jefe en llamas: cuando la presión paraliza Líder efectivo: claridad en medio del caos ¿Cómo es un líder que gestiona la crisis?

Esta reflexión trasciende los desastres naturales. En el mundo empresarial, las crisis también pueden ser impredecibles: una pandemia, un ciberataque o la pérdida de un cliente estratégico. En esos momentos decisivos, se hace evidente la diferencia entre quienes ocupan una posición de autoridad y quienes lideran realmente. Existe el jefe que, ante la primera señal de alarma, pierde la compostura. Grita órdenes contradictorias, cambia de dirección a cada hora, culpa a su equipo por situaciones fuera de control y toma decisiones impulsivas que agravan el problema. La presión lo consume. Su comunicación se vuelve errática, sus decisiones carecen de fundamento estratégico y los colaboradores, lejos de sentirse respaldados, experimentan mayor estrés y caos. El desenlace es predecible: equipos desmotivados, clientes insatisfechos y una crisis que está escalando. En contraste, el líder estratégico enfrenta la adversidad con una mentalidad diferente. Primero, respira. Luego, analiza. Después, actúa. Esta secuencia, que parece simple, marca la diferencia entre la supervivencia y el colapso organizacional. Mantiene la calma porque sabe que su estado emocional contagia al equipo. Comunica con transparencia, reconoce lo que sabe y también lo que desconoce, y establece planes de acción claros con métricas específicas. La diferencia entre estos dos tomadores de decisiones está en el enfoque. Mientras el jefe en llamas se concentra en el problema, el líder estratégico se centra en la solución. Así, el primero busca culpables, el segundo encuentra aprendizajes y los permea a toda la organización. Uno toma decisiones desde el miedo, el otro a partir de su visión de futuro. El liderazgo efectivo en situaciones de crisis requiere competencias específicas que pueden fortalecerse y perfeccionarse con el tiempo: 1. Inteligencia emocional: Permite mantener la calma y tomar decisiones racionales bajo presión. 2. Comunicación efectiva: Garantiza que el mensaje correcto llegue a las personas indicadas en el momento ideal. 3. Visión estratégica: Ayuda a ver más allá del problema inmediato y es capaz de encontrar oportunidades de crecimiento. 4. Capacidad de delegar: Posibilita el aprovechamiento de las fortalezas del equipo completo. 5. Flexibilidad mental: Facilita la adaptación rápida ante circunstancias cambiantes. 6. Humildad para reconocer el status quo y pedir apoyo: Refuerza el liderazgo al aceptar límites y estar abiertos a la colaboración. Esto es clave, porque cuando el liderazgo falla en momentos críticos, el daño no solo se refleja en los estados financieros, también afecta la confianza de los empleados, los clientes buscan alternativas, los inversionistas se alejan y la reputación corporativa sufre daños que pueden tardar años en repararse.

El compromiso de un liderazgo auténtico

En situaciones complejas e impredecibles, cada vez más comunes, el liderazgo estratégico no es un diferenciador, es una necesidad. Las organizaciones que invierten en desarrollar esta capacidad en sus líderes no solo resisten la adversidad, sino que se preparan mejor para lo que viene. Como líderes, tenemos la responsabilidad de anticipar la tormenta. Esto implica desarrollar la inteligencia emocional, fortalecer nuestras competencias de comunicación, construir equipos resilientes y crear culturas organizacionales que prosperen bajo presión. El septiembre mexicano nos recuerda que las adversidades son inevitables, pero la forma en que respondemos define el rumbo de nuestras empresas y de la sociedad. No hay margen para la improvisación. O estamos preparados, o nos desmoronamos. Porque cuando un líder falla, peligra toda la organización. ____ Nota del editor: Saskia de Winter es socia fundadora y Directora General de Saskia de Winter Training. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora. Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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