Las preocupaciones en torno a un repunte inflacionario

“La inflación es la madre del desempleo y la ladrona invisible de quienes han ahorrado”.
Margaret Thatcher.

Recientemente el INEGI publicó los datos correspondientes a la inflación del mes de mayo pasado. La inflación general anual se ubicó en 4.42%, cifra que podría parecer contenida, pero refleja un cambio de tendencia que genera preocupación dadas las implicaciones de un posible nuevo fenómeno inflacionario.

El Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) subió 0.28% en mayo respecto a abril, pero el índice subyacente, que excluye los componentes más volátiles y es la mejor medición de la inflación “núcleo” de la economía, avanzó 0.30 por ciento.

En esta medición, las mercancías (artículos de uso cotidiano para los hogares), crecieron 0.35%, mientras que los servicios crecieron 0.24 por ciento.

Por su parte, el índice no subyacente subió 0.23%, pero esta medición esconde contrastes. Las tarifas eléctricas bajaron gracias a la temporada cálida, un respiro temporal dictado por las políticas y el clima. Pero los productos agropecuarios se dispararon con un crecimiento de 3.48% mensual. Factores estacionales y climáticos impredecibles, costos de insumos que no ceden, y en ciertos productos factores complementarios como la inseguridad en el transporte de los productos y alguna dosis de especulación, generan un efecto agregado de crecimiento de los precios.

Banxico empieza enfrentar potencialmente una encrucijada. Si continúa con el camino acelerado de bajar las tasas (demasiado pronto) podría provocar un repunte inflacionario, que más allá de la gravedad, este reavive las expectativas inflacionarias, las que están actualmente en proceso de ser contenidas y ancladas. Pero detener el descenso o la simple remota posibilidad de volver a subir la tasa de referencia, frenaría (aún mas) una economía que enfrenta una seria desaceleración (e incluso contratación en ciertos sectores).

O se trata de detener cualquier asomo de crecimiento descontrolado de los precios, o el riesgo es provocar una inflación persistente que deteriore la economía y la salud financiera de los hogares de menores ingresos.

Los energéticos, mercancías sujetas precios controlados, pueden tener un efecto si es que la presión de sus precios internacionales se traslada a los precios al consumidor final en México o si sus subsidios aumentan la presión sobre el Gasto Publico.

Los alimentos, afectados por cambios climáticos hoy más imprevisibles y frecuentes, así como debilidades en las cadenas de distribución, pueden nuevamente tener efectos sobre la canasta básica.

La inflación no afecta por igual a todos. Para un hogar de ingresos altos, tiene un efecto menor un ajuste de 4.42% sobre todo si éste afecta mayormente a productos que representan una menor proporción de su gasto, como por ejemplo los alimentos. Pero ese mismo incremento es más grave cuando se trata de hogares de menor ingreso en los que la proporción del gasto total en alimentos es sensiblemente mayor.

Para una familia de ingreso bajo, cada peso adicional en la tortilla, el huevo, la luz, genera presiones adicionales, en particular en aquellos hogares que dependen de sueldos de la economía informal, que no ha sido igualmente beneficiados por los incrementos al salario mínimo que de manera significativa se han realizado desde el gobierno anterior.

Los más vulnerables destinan casi todo su ingreso a bienes esenciales, de demanda rígida. No pueden dejar de comprarlos, solo pueden comprar menos, o de peor calidad. La inflación que les afecta y que en los hogares es percibida, es mucho mayor que la del promedio oficial.

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