Las mujeres trans con las que Francisco compartió mesa: “Me dijo que no perdiera la fe, porque todos somos iguales ante los ojos de Dios”

El 11 de marzo de 2020, tres días después de que cerrasen todas las parroquias de Italia por el avance la pandemia, Don Andrea se asomó a la calle y se encontró una cola de personas que daba la vuelta a su iglesia en Torvaianica, uno de esos pueblos de playa a las afueras de Roma donde parece que la vida comenzó más tarde. Muchas de ellas, desesperadas, las primeras que acudieron a pedir auxilio, eran transexuales que se prostituyen y se juegan la vida cada día en la pineda que hay a pocos metros. Ya no tenían clientes. El dinero no alcanzaba, ni para comida, ni para medicinas. Andrea Conocchia, uno de esos curas de calle sin remilgos que gustaban al Papa, ni siquiera sabía que aquellas chicas eran transexuales. “Nunca había tenido contacto con ninguna”, explica. Llamó al limosnero del Vaticano, el cardenal polaco Konrad Krajewski, pidió ayuda y le mandaron dinero y comida inmediatamente.

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