Las élites se fugan de la Tierra en la mente de Carlos Amorales
El artista mexicano Carlos Amorales presenta desde el 14 de mayo y hasta el 16 de julio de 2025, la exposición Battle en la Galería Kula de Split, Croacia, una instalación que entrelaza el pasado arquitectónico con un futuro distópico, utilizando herramientas contemporáneas como la inteligencia artificial para plantear una poderosa crítica social. La obra imagina una revuelta tras el éxodo de las élites. Con imágenes mudas, confronta poder, exclusión y violencia.
“Me interesa explorar la idea de una traición final entre clases, incluso dentro del propio proletariado. Es una idea que puede sonar paranoica, pero que poco a poco ha ido tomando forma, especialmente con estas fantasías sobre colonizar Marte. Lo inquietante es que no se trata de iniciativas gubernamentales, sino de proyectos privados impulsados por los hombres más ricos del mundo. Esa misma lógica de conquistar el espacio tiene un aire apocalíptico… y, al mismo tiempo, ya no parece una fantasía, sino una posibilidad concreta”, compartió Amorales, en exclusiva.
Esta preocupación no surge de una visión especulativa gratuita, sino de una trayectoria marcada por observaciones personales sobre el poder, la exclusión y la desigualdad. Desde los años ochenta, la élite global ha fantaseado con colonizar el espacio exterior como respuesta clasista ante la crisis ecológica del planeta.
Ejemplo de ello es el fallido proyecto Biosfera 2 —una estructura geodésica inspirada en Buckminster Fuller, ubicada en el desierto de Arizona—, diseñada para simular biomas terrestres y aislar a un grupo de científicos por dos años del resto de la atmósfera terrestre.
En 1990, Amorales, con apenas 20 años, fue testigo en Londres de una cumbre en torno a este proyecto mientras trabajaba en la galería October Gallery, uno de los espacios que lo apoyaban. Aquel evento marcó profundamente su percepción sobre el poder, los sueños de fuga de las clases dominantes y las jerarquías que se reproducen incluso en contextos de aparente aislamiento.
Estas experiencias de juventud resuenan con fuerza en Battle, una instalación compuesta por seis biombos que funcionan como una pinacoteca plegable, donde se representa una batalla entre manifestantes y policías a través de imágenes en blanco y negro.
El éxodo y la traición
Aunque su estética remite a lo primitivo, las imágenes fueron generadas mediante inteligencia artificial, creando una atmósfera de violencia ambigua y estilizada. La escena retratada es una ficción que se desata una vez que los superricos han abandonado la Tierra: los pobres, dejados atrás, se rebelan en medio del caos, mientras las fuerzas policiales —también parte del proletariado— siguen reprimiendo las protestas, sin comprender que también han sido traicionados.
Esta inquietud ante el abandono y la exclusión no es sólo una idea abstracta, sino una sensación que ha acompañado al artista desde entonces. Carlos expresa la impresión persistente de que quienes no forman parte de ciertas élites corren el riesgo de ser dejados atrás, de quedar en el olvido. A lo largo de su carrera, se ha involucrado profundamente —a veces de forma inusual— en proyectos que lo confrontan con estas dinámicas de poder.
Su participación en discusiones sobre Biosfera 2 no fue anecdótica: ese tipo de imaginarios —espacios aislados, naturaleza sin humanidad, supervivencia de unos pocos— sembraron en él la semilla de una reflexión que más tarde encontraría forma en obras como Battle.
El poder ausente
La instalación también guarda resonancias visuales con otras piezas recientes del artista, como la exposición Riots on the Moon, presentada en Madrid a finales de 2023, y el libro de artista homónimo lanzado durante la semana del arte en Ciudad de México en 2024. Se vincula, además, con el video The Rhetoric of the Mask, producido durante la pandemia, que analiza el uso de máscaras reales y simbólicas en la sociedad contemporánea. En todos estos trabajos, Amorales cuestiona las estructuras de poder visibles e invisibles que ordenan el mundo, incluso cuando quienes detentan ese poder ya no están presentes.
“En ese contexto, me imaginé un escenario donde el poder —el económico, el político— ya no está presente físicamente, pero donde sus estructuras, como la policía, siguen funcionando. Es decir, que la policía continuaría sirviendo a un poder ausente. Y eso genera un conflicto: esas figuras de autoridad permanecen aquí, conservando su posición, pero también cargan con el resentimiento de no haber sido consideradas para irse. Hay una contradicción entre sentirse poderosos y, al mismo tiempo, excluidos de los verdaderos círculos de poder”, explica el artista.
Tecnología y memoria
El lenguaje visual de Amorales oscila entre el pictograma, la historieta muda y el códice moderno. En Battle, las figuras en movimiento —retroiluminadas y dispuestas en un espacio oscuro de muros de piedra y suelos de barro cocido— evocan coreografías rituales entre el cuerpo y la violencia, el símbolo y el grito. El espectador es invitado a transitar entre los paneles como quien recorre un laberinto narrativo sin palabras, donde cada paso evoca una lucha contenida en imágenes mudas y tensas.
“En la parte final de Battle introduzco imágenes generadas por inteligencia artificial que remiten a lo primitivo, y las sitúo en un espacio cargado de memoria histórica. Me interesa ese cruce entre tecnología y memoria ancestral. Hay un poeta que ha sido muy importante para mí: Henri Michaux. Él desarrolló una especie de caligrafías visuales que tienen un aire rupestre. Formalmente me atraen mucho, y ver cómo la inteligencia artificial puede generar imágenes similares me resulta fascinante. Parecen hechas por seres humanos de la prehistoria, pero en realidad son producto de algoritmos contemporáneos. Ese cruce entre lo hipertecnológico y lo ancestral me parece muy potente.”
La elección del espacio expositivo no es fortuita. Kula Contemporary se encuentra en la torre noroeste del Palacio de Diocleciano, una edificación romana construida a finales del siglo III d.C. que ha atravesado múltiples transformaciones a lo largo de los siglos. Este entorno histórico, cargado de memoria arquitectónica y política, hoy alberga la galería gestionada por la Asociación Croata de Artistas Visuales (HULU Split), fundada en 1945 y pieza clave de la escena cultural local. En ese escenario, Battle adquiere una dimensión adicional: la historia del poder, la resistencia y la transformación inscrita en los muros del lugar.
Arte e inteligencia artificial
La obra de Carlos Amorales se ha caracterizado por explorar los límites del lenguaje y la comunicación no verbal, trabajando con gestos, sonidos y símbolos fuera de los sistemas codificados tradicionales. A través de diversas plataformas —animación, video, cine, instalación, performance, sonido y dibujo— ha creado sistemas alternativos de traducción como Liquid Archive, un alfabeto visual basado en formas, líneas y nodos que desarrolló entre 1998 y 2010. Este proyecto, junto a otros sistemas inventados por el artista, le ha permitido traducir textos museográficos, cuentos y narrativas en gestos, formas e imágenes.
“Cuando empecé a trabajar con programas como DALL·E, que en ese momento aún estaban en una fase bastante primitiva, me interesó cómo producían imágenes aparentemente simples, casi intuitivas, pero con una carga conceptual muy fuerte. Me gusta ese contraste entre algo que visualmente parece primitivo y directo, pero que en realidad surge de un proceso impersonal y complejo. Para mí, ahí hay un punto de tensión formal muy valioso, y eso lo convierte en un ingrediente esencial del proyecto.”
Con Battle, Carlos Amorales no solo continúa su exploración estética y conceptual sobre los lenguajes alternativos y la violencia sistemática, sino que, al situar su obra en un contexto arquitectónico e histórico tan potente como el Palacio de Diocleciano, genera un diálogo entre lo ancestral y lo contemporáneo, entre el cuerpo político del presente y las ruinas del pasado.
Al observar el trabajo de Carlos, particularmente Battle, emerge una interpelación profunda, una sacudida a la conciencia social y política. Esta obra no sólo denuncia la violencia sistemática y el abandono de las clases vulnerables, sino que también nos invita a alzar la voz. A gritar lo que no se quiere ver, a señalar lo que incomoda: la normalización de la represión, la traición al pueblo, la deshumanización disfrazada de progreso.
Hoy más que nunca, levantar la voz no es un gesto de rebeldía vacía, sino un acto urgente de responsabilidad. Lo hago por mí, por quienes han sido silenciados, por quienes no tienen el privilegio de elegir. Lo hago desde una convicción que me define: siempre estaré del lado de una justicia que construya paz, no a través del castigo, sino desde la compasión y el espíritu de curiosidad que abre caminos, no trincheras.
La inteligencia artificial, presente en Battle como herramienta estética y conceptual, no representa una amenaza en sí misma. Al contrario: es una extensión de nuestra capacidad de conciencia. No nos deshumaniza, nos confronta. Y en manos como las de Carlos, se convierte en una tecnología extraordinaria al servicio de la reflexión crítica, una voz más en el coro de quienes no quieren olvidar.
Battle no solo narra una historia, sino que nos coloca en el centro de un dilema ético: ¿de qué lado estamos cuando el mundo arde y las élites huyen? ¿Nos quedamos callados o participamos en la danza incómoda de la verdad? Carlos Amorales responde con imágenes sin palabras, pero cargadas de sentido. Y yo, al verlas, reafirmo mi compromiso con el arte que transforma, que incomoda, que revela. Porque el silencio no es opción cuando hay tanto que decir.
Actualmente, Carlos Amorales presenta Rapsodias, su primera exposición en Honduras en el Museo para la Identidad Nacional (MIN), y se prepara para futuras exhibiciones en Argentina, Viena y nuevas sedes en México.