La realidad liquidamente violenta

Es posible que muy pocos hayan evaluado la caída del muro de Berlín como el cataclismo que en realidad fue. La caída del muro, acabo con la dicotomía izquierda vs derecha; hizo ver al capitalismo como la única alternativa realmente viable para la producción, el reparto de bienes siempre escasos y desató un individualismo llevado al extremo.

A eso hay que sumarle, la crisis fiscal en la mayoría de los países con alto gasto social, nacionalismos exacerbados y partidos que dejaron de ver en la ideología un horizonte claro que debía guiar los esfuerzos colectivos de la sociedad.

A todo lo anterior y con el impulso que adquirió el capitalismo, bajo el nuevo fantasma del neoliberalismo, vimos como los estados, los gobiernos y los colectivos sociales desaparecían como alternativas de solución y arropamiento individual de largo plazo, para dar su lugar a un individualismo exacerbado, respaldado por la literatura de autoayuda, el advenimiento desenfrenado de la tecnología y las comunicaciones y la satisfacción inmediata de los deseos. Todo ello expresado en el cambio frecuente del celular, la explosión por el deseo de marcas, emblemas y lujos innecesarios que se convirtieron en el único distintivo de cada individuo frente al otro en un mundo en donde lo colectivo había perdido sentido y la satisfacción consumista individual significaba la felicidad y el verdadero éxito. Paradójicamente, mientras el feminismo avanzaba, la mujer se veía cada vez más como un bien de lujo, que debía satisfacer los gustos masculinos inmediatos y ser la medallita para mostrar en las fiestas y ante la familia.

A todo ello, Zygmunt Bauman, le llamo la realidad liquida, la sociedad liquida o modernidad liquida. El transcurso de la realidad como un líquido sin propósito, ni destino u horizonte.

En ese contexto ha nacido y se ha hecho visible ahora el movimiento de los INCEL (Involuntary Celibacy o Celibato Involuntario). En nuestro país y en la CDMX, en particular, un miembro de esta comunidad agredió con un arma blanca (algunos dicen que con una guadaña) a un trabajador y mato a un compañero que tenía éxito con las jóvenes compañeras del CCH sur.

Es un grupo radical y violento que agrupa a un número significativo de hombres que comparten la frustración del rechazo femenino y una particular visión del amor, de estar enamorado y de querer satisfacer ese deseo de manera inmediata, Se comunican a través de las redes sociales, se apoyan en sus deseos de destrucción social y de agresión personal contra miembros concretos de la sociedad y se imponen tareas y pruebas de valentía, rechazo a las reglas y misoginia extrema.

La reacción de la comunidad del CCH sur ha sido positiva y encomiable. El reporte de autoridades universitarias es que los padres y los alumnos están abordando el tema con seriedad y con propuestas razonables de empatía con la comunidad, ayuda psicológica, mayor vigilancia y refuerzo de las medidas de prevención más básica.

El problema, sin embargo, es más profundo y de más largo alcance. Para empezar hay que decir que los actuales estudiantes del CCH, son damnificados de la pandemia. Su habilidades para la convivencia social, están mal formadas y, en muchos casos, son prácticamente inexistentes, pues en la adolescencia cuando debieron refinarse, estuvieron recluidos en casa y, en muchas ocasiones, en ambientes familiares particularmente agresivos y hasta perniciosos para su formación y su aprendizaje social.

Son víctimas de un cambio social, que entienden poco, en el que por un lado la llamada izquierda pugna por andar regalando dinero y los otros, por tratar de tener un gobierno democrático liberal y que afirman que hemos perdido nuestra democracia y nuestras libertades. ¿A quién creerle?

Para terminar, siguen viviendo dentro del vértigo de la tecnología, el consumismo y la satisfacción inmediata de deseos, ósea viven en la realidad liquida, aderezada por la post verdad y la violencia en el país. Con esa compleja realidad, a uno de ellos, lo único que se le ocurre, es matar a su compañero de clase que le va bien con las chicas. Nada más, pero nada menos, también.

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